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Alemania potencia económica, ¿también militar?

El ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäubl, anunciaba hace unas semanas un importantísimo incremento en los presupuestos  de Defensa del país, 1.700 millones de euros más en 2017 respecto a lo gastado en 2016 y un aumento de 10.000 millones para 2020. Para ese año, el gasto en seguridad interna se elevará en 2.200 millones. Este respaldo financiero, reclamado desde hace tiempo junto al aumento de tropas por la ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, se enmarca en la estrategia de Berlín por desempeñar un papel militar más activo y acorde con su liderazgo y peso económico como potencia europea, en una Unión marcada por el Brexit y los consecuentes efectos en su seno sobre la Defensa y con el viento a favor de una opinión pública preocupada por la amenaza terrorista.

Ya Merkel había anunciado su  intención de elevar el gasto militar alemán hasta un 2 por ciento del PIB atendiendo a las demandas de la OTAN y Estados Unidos, que reiteradamente han pedido a sus socios adopten mayores compromisos y asumiendo, como la propia canciller declarara, que en el siglo XXI no vamos a obtener la misma ayuda que nos dieron en el XX

Las tensiones con Rusia, la amenaza del Estado Islámico y la creciente inestabilidad de buena parte del continente africano, tanto en el área Mediterránea como en la región del Sahel, focalizan las amenazas comunes. El marco económico juega a favor, el pasado mes de agosto, la oficina de estadísticas de Alemania publicaba los datos del PIB del país del segundo trimestre del año y anunciaba que la economía avanza a un ritmo del 3,1 por ciento interanual,  el mejor dato desde hace casi un lustro.

El incremento del gasto en defensa no pasará por renunciar al principio alemán de tener que  incurrir en déficits fiscales que haya que financiar con nuevas deudas. Bien distinta es la situación de otros socios comunitarios. En España concurren tres factores que dificultan enormemente seguir este ritmo, a saber: el cumplimiento con los compromisos europeos respecto del déficit paralizan, entre otros, el aumento del gasto en defensa, la situación de debilidad en la que se verá sumido el Gobierno una vez se supere la actual situación de bloqueo y la tradicional falta de concienciación en la opinión pública española, en la que la preocupación por las amenazas y el necesario y consecuente  incremento del gasto en defensa  no son conceptos que se asimilen en una misma ecuación.

Schäubl ha defendido, además, la necesidad de reforzar el proyecto de defensa  europeo, apostando por poner en marcha un presupuesto común para este fin y la necesidad de una progresiva integración de las fuerzas armadas dentro de la Unión, alineando los estándares militares entre los países miembros, 27 sin Reino Unido, adalid de la OTAN y obstáculo durante años al proyecto comunitario de defensa, en cuyo seno ha sido el primer inversor, seguido por Francia. Poner en orden la defensa en Europa no se presenta, en suma, tarea sencilla, pero el impulso alemán, sin duda, es una muy buena noticia.


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