1879-1979: Centenario de la conquista del desierto argentino
Revista Defensa nº 20, diciembre 1979, J. L. Madoz
J. L. Madoz, 24 de julio de 2016
La lucha entre los colonizadores blancos y los indios aborígenes, en el siglo XIX, tuvo un especial relieve y popularidad por lo que se refiere a los Estados Unidos de Norteamérica. Gracias a los relatos de novelistas afamados y, sobre todo, a la producción cinematográfica, nadie ignora que a lo largo de décadas enteras los norteamericanos de origen europeo y los de tronco nativo, mantuvieron una dura batalla en el curso de la cual los primeros se impusieron a los segundos aunque, eso sí, no sin derramar antes mucha sangre y tener que desplegar esfuerzos nada desdeñables. Nombres de héroes de la época —como Toro Sentado o el general Custer—, de tribus —siux, apaches, etc. — e incluso de unidades militares —el 7º de Caballería— resultan familiares a millones de personas, fuera de las fronteras estadounidenses, mientras que, paradójicamente, pocos son los que saben que por aquel entonces, mientras tenían lugar las secuencias citadas, en el otro extremo del mapa americano, en la Argentina, “rostros pálidos” y “pieles rojas” se enfrentaban por las mismas razones. Los primeros para extender su dominio y la autoridad del gobierno del que eran servidores. Los últimos para defender unas tierras, unas costumbres y unos derechos que consideraban inalienables.
Como en tantos otros capítulos de lo que ya es historia, la lucha contra el indio la plantearon, en la Argentina, los españoles. Las terribles batallas de Sancti Spíritu (1527) y de Buenos Aires (1536) demostraron que en esas tierras existían unos aborígenes belicosos, tenaces, astutos...
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