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Las Fuerzas Armadas de Chile y sus desafíos de combate

Revista Defensa nº 480, abril 2018

Las Fuerzas Armadas de Chile han logrado un potencial destacado en la región sudamericana y no se vislumbran problemas para su sostenimiento en el mediano plazo, pero debe enfrentar varios desafíos, los cuales intentaremos bosquejar a continuación. En primer lugar, nos referiremos al énfasis en la conducción conjunta de las fuerzas y sus requerimientos más importantes y luego a los retos relevantes que cada fuerza en particular deberá encarar en el futuro cercano.

El Ministerio de Defensa basa la modernización de la estructura de defensa en un nuevo modelo de planificación y el énfasis en lo conjunto. Actualmente la planificación militar ocupa el concepto de amenazas de distinta envergadura y probabilidad de ocurrencia. Ese método define la estructura de fuerza para contrarrestar a un adversario, cuyas principales características son conocidas y será enfrentado en un terreno también conocido. Se ha tomado conciencia que la realidad del conflicto actual es más amplia y más difusa, involucrando problemas como los desastres naturales y las operaciones de paz. Este nuevo enfoque no soluciona problemas, sino que sólo trae nuevos. En primer lugar, se debe determinar qué capacidades se necesitan y para cuáles  escenarios, tanto presentes como futuros.

En contraposición al método tradicional, en que la amenaza ocupaba un lugar específico y tenía un tamaño mensurable, las capacidades a requerir abarcan un amplio espectro y son difícilmente cuantificables. Por otro lado, hoy los escenarios más probables se dan en el campo de los desastres naturales y operaciones de paz, lo cual deja en un segundo lugar de prioridad a los elementos militares de corte más tradicional. A su vez, el futuro tampoco es tan predecible como para descartar un conflicto armado que requiera aquellas capacidades que se materializan en un tanque, una fragata o un avión de combate. Pasar de una preparación orientada a operaciones de paz y desastres naturales a otra en que prevalece la guerra o su amenaza no es algo simple ni barato. No es el mismo entrenamiento, ni la misma logística y ninguno de ellos se obtiene en un reducido tiempo.

El Ministerio de Defensa considera lo conjunto como una realidad que se ha impuesto en los sistemas modernos, al punto que se ha constituido en el paradigma predominante en materia de organización y funcionamiento de las Fuerzas Armadas contemporáneas. Lo esencial es medios terrestres, navales y aéreos, integrados bajo un mando común, de carácter operacional y no bajo sus propias líneas de mando institucional, a cuyo cargo queda el apoyo logístico. Dada esa condición, uno entre tantos problemas que debe abordar la defensa es el de mando y control. Aparentemente se han realizado esfuerzos para dotar de puestos de mando a los comandos conjuntos Norte y Sur, así como al Estado Mayor Conjunto, con sede en Santiago.

Este último tiene el mando de los medios militares en caso de guerra o crisis y se intenta ampliar su autoridad a tareas de tiempos de paz, en especial en la preparación, prevención y reacción ante emergencias y catástrofes. Recordemos que Arica, al extremo Norte, está a poco más de 2.000 km. por carretera y a 2,5 horas en avión. Punta Arenas, en el Sur, está a 2.200 km. en línea recta y su acceso es por mar o aire. Esta realidad pone en evidencia necesidades tales como fortalecer, tanto en calidad como en calidad, la interoperación entre los medios aéreos dedicados al patrullaje o recolección de inteligencia, permitiendo que los aviones P-3ACH o C295 Persuader de la Armada y el Boeing 707 Condor de la Fuerza Aérea trabajen en el mismo escenario, contribuyendo a la tarea del Estado Mayor Conjunto.

El Ejército

El Ejército de Chile opera actualmente 145 tanques Leopard 2A4CH y un número menor de Leopard 1V. Ha logrado consolidar un apoyo logístico importante, basado en las capacidades de Fabricas y Maes­tranzas del Ejército (FAMAE), la cual ha desarrollado desde el año 2007 centros de mantenimiento distribuidos de acuerdo a la ubicación geográfica de las unidades blindadas a las que sirven. En el extremo Norte, uno en Arica, para la Brigada Acorazada Coraceros; otro en Iquique para la Cazadores; un tercero en Antofagasta para La Concepción; y en la ciudad de Punta Arenas, en el extremo Sur, para la Brigada Acorazada Chorrillos.

El quinto está ubicado en la localidad de Talagante, cerca de Santiago, y posee capacidades de recuperación integral y un Centro de Mantenimiento Electrónico, Optrónico y de Telecomunicaciones. Para la ca­pa­citación del personal que tripula estos tanques, el Ejército creó el Centro de Combate Acorazado del Ejército, ubicado en Iquique. En él se entrenan las dotaciones en un ambiente digital en base a simuladores y con instructores capacitados en Alemania. En Sudamérica sólo Brasil opera medios de esta envergadura, aunque en mayor número. El Ejército de Canadá utiliza más de 100 tanques de la versión 2A6M, en que la letra M indica protección especial contra minas.

En una época de paz y sin que se pueda prever un cambio en esta situación, el mantenimiento de una fuerza blindada de esta magnitud puede estar sujeto a cuestionamientos y más aún sus necesidades de modernización. En efecto, en este momento la palabra polivalencia es la que resume mejor lo que se espera de las Fuerzas Armadas en general y de los medios del Ejército en particular. Las brigadas acorazadas, de las que forman parte los tanques Leopard, poseen en sí mismas estas características. Sus unidades de apoyo cuentan con distintos vehículos de gran ayuda en caso de emergencias, tanto para llevar agua o combustible, tender puentes y transportar personas o bienes. Esto genera un elemento de riesgo ante escenarios de escasez de recursos y de cuestionamientos al empleo que de estos hace la defensa. Ambos factores afectarían principalmente a aquellos medios, como las unidades blindadas, que proporcionan sólo capacidades militares. 

foto:  Personal en instrucción en el Centro de Entrenamiento de Combate Acorazado del Ejército.

Por su carácter didáctico es conveniente citar el caso de Alemania. Recientemente ha salido a la luz pública la poca disponibilidad de medios para cumplir efectivamente con su rol en la OTAN. De acuerdo a la planificación vigente, dicho país debe asumir el mando de la Fuerza de Tarea Conjunta de Alta Disponibilidad, o VJTF (Very High Readiness Joint Task Force), para la cual sólo dispone de 9 de los 44 tanques prometidos e igual situación se presenta en otros medios. La explicación es la falta de repuestos y el alto costo en dinero y tiempo necesario para efectuar el mantenimiento. Además, carecen de equipos de visión nocturna, lanzadores de granadas y protección para el personal. De acuerdo a los analistas, este déficit se debe a causas de índole política que tienen relación con la postura pacifista de Alemania, ante la cual es preferible equipar soldados a bordo de un jeep que puede realizar múltiples tareas de ayuda humanitaria en África, a las cuales un tanque no contribuye. 

Por otra parte, la modernización de los medios blindados chilenos pareciera que se hace ineludible. Las operaciones de los Leopard 2A4 de Turquía en Siria desde 2016 han mostrado a la luz pública las deficiencias que presentan estos carros ante ataques con morteros, la acción de minas o dispositivos explosivos improvisados (IED) y misiles anticarro. Imágenes difundidas en internet muestran uno de los ataques en el cual logró separar la torre de un Leo­pard 2A4 de la barcaza, al recibir probablemente el impacto de un misil justo en el anillo que une ambas partes. Muchos de estos carros estaban en servicio cuando aún no existían misiles anticarro con cabeza de tipo tandem ni capacidad top attack, o para impactar en la parte superior de la torre, por lo que de no adoptarse medidas para incrementar el blindaje o instalar otros activos, su supervivencia dependerá principalmente de la habilidad de sus tripulaciones.

La Armada

La Armada necesita renovar sus unidades de combate de superficie y submarinas. Para las segundas el curso de acción está definido y sería la prolongación de la vida útil de los submarinos U-209, proceso que ya está en marcha. De cara a las unidades de superficie, comenzaría a materializarse no antes de 2021, de acuerdo a lo expresado públicamente por su actual comandante en jefe. A esa fecha las unidades del Tipo L, Latorre y Prat, tendrán 35 años de servicio;  seguidas de la fragata Williams del Tipo 22, con 33; las Cochrane y Condell del Tipo 23, con 31 y 30, respectivamente; a continuación las Tipo M, Riveros y Blanco Encalada, la primera con 30 y la segunda con 28; para finalizar con la fragata Tipo 23 Lynch que en esa fecha contará con 24 años de servicio.

Las alternativas para reemplazarlas son unidades australianas, canadienses y británicas, con cuyos representantes ha habido contactos relacionados con la posible transferencia de buques de las clases Adelaide, Halifax y Tipo 23, respectivamente. El principal inconveniente es que no se logra rejuvenecer significativamente a la flota. Otras opciones no se deben descartar. Estas incluyen  construir en Chile, prolongar la vida útil de todas las unidades, reemplazar algunas por otras más nuevas de segunda mano o alguna que considere un poco de cada una de las anteriores. Pero el cambio de plataforma lleva aparejado el posible cambio de uno o más de los sistemas de armas o la necesidad de incorporar un nuevo modelo del mismo sistema.

foto: Fragata Tipo L “Capitán Prat”,  que podría ser modificada para disparar SM-2 y ESSM desde sus actuales lanzadores MK-13 y MK-29, respectivamente (foto Armada de Chile).

Al respecto, la situación más clara es la de los misiles Harpoon. De acuerdo a publicaciones de prensa, Chile cuenta con al menos 20 misiles del tipo Block II, que incluso tienen capacidad de ataque a tierra. Boeing, la empresa fabricante, anunció que, en vista de necesidades tanto de Estados Unidos como de países aliados, continuará desa­rrollando mejoras para este arma y que hacia el 2020 doblará su producción y en una versión con mayor alcance espera estar en el mercado hasta bien avanzada la década del 30. En este mismo ámbito, en fecha reciente se instaló el misil Exocet MM 40 Block 3 a bordo de las 2 fragatas del Tipo M. Es en la capacidad antiaérea donde Chile tiene su gran desafío. Con la llegada del Sea Ceptor, las fragatas Tipo 23 contarán con un arma moderna para autoprotección.

La falencia está en las etapas intermedias, actualmente provistas por RIM-7 Sea Sparrow y hasta las 25 millas náuticas por SM-1. Estos dos últimos están de salida a nivel mundial y todo hace pensar que la Armada está decidida a mantener el actual alcance antiaéreo. Esto obliga a priorizar la sustitución de las 2 unidades de la Clase L, lo cual deja como posibles reemplazantes a las unidades de la Adelaide, las cuales portan SM-1 y las que aún están en servicio han sido actualizadas para llevar SM-2 Block IIIA. En principio esta podría ser una solución, pero es factible técnicamente adoptar la misma configuración e incluso alguna más económica. Esta alternativa tiene la desventaja de limitar el alcance del misil en forma importante, aunque excedería las actuales 25 mn. En efecto, el actual lanzador MK-13 de las Tipo L puede ser modificado para disparar SM-2 y no sería necesario efectuar cambios en los sensores asociados. Del mismo modo, el actual lanzador MK-29 podría alojar misiles ESSM, al igual que los MK-48 de las fragatas Tipo M.

La FACh

Con la llegada de 10 F-16 C/D Block 50 a partir del año 2007(6) y 36 MLU (Mid Life Updated) comprados en dos partidas diferentes y recibidos a contar de 2006 y hasta 2011, la Fuerza Aérea de Chile (FACh) logró una capacidad única en Sudamérica, sólo comparable a Venezuela, la cual, siendo operador del mismo material, encuentra dificultades para mantenerlo y en ningún caso renovarlo, dadas las conocidas dificultades políticas y económicas que enfrenta. Un cambio como este tiene dos aspectos que son interesantes de abordar. El primero tiene relación con la formación y retención del personal, especialmente de los pilotos. Respecto a esto último, de acuerdo a entrevistas publicadas por medios nacionales, se puede conocer de primera mano algunas de las exigencias que implica ser piloto de estas aeronaves.

Cada año ingresan a la Escuela de Aviación Capitán Ávalos alrededor de 100 cadetes y al cabo de cuatro años egresan cerca de 24 para ser pilotos y de estos menos de 10 son de combate, es decir, de F-5 y F-16. En teoría, mirando sólo los números, este nivel de egresos basta para satisfacer las exigencias de la FACh, pues con un tiempo efectivo de al menos once años como piloto, cada ejercicio contaría con al menos 110 para cubrir las necesidades de F-16, F-5 y T-36, disponiendo de 1,5 por cada aeronave. Demás está decir que en este análisis no se consideran factores personales e institucionales que dificultan disponer de estos pilotos. Entre ellos está el incentivo que significa mejores ingresos en las aerolíneas.

foto: Avión “Condor” de la Fuerza Aérea de Chile.

Por otra parte, el piloto está sometido a un constante esfuerzo físico, que le obliga a mantener una excelente condición, por lo cual requiere una preparación muy estricta, que incluye entrenamiento físico a lo menos tres veces a la semana, con pesas y diversos ejercicios. También son sometidos a la experiencia de la cámara centrífuga en Estados Unidos y Holanda, para simular las fuerzas de gravedad. Y aprenden técnicas específicas, tales como contraer los músculos en ciertas zonas del cuerpo, para soportar el alto esfuerzo que exige del avión en misiones tipo dogfight (pelea de perros), en las cuales dos naves se enfrentan.

La disciplina se extiende a aspectos personales, tales como el consumo de alcohol, el cual se prohibía por norma 12 horas antes de un vuelo, pero que se ha extendido a 24 horas. Como referencia de las capacidades de este avión, se puede comparar con uno comercial que asciende hasta los 33.000 o 38.000 pies, mientras un F-16 lo puede hacer hasta los 45.000. A su vez puede mantener un vuelo de 10 horas reabastecido por un avión cisterna. Entre las misiones más peligrosas destacan el vuelo nocturno, en que un error puede significar una colisión. El impacto en el piloto se ve reflejado en la necesidad de contar con un médico especializado en medicina aeroespacial en cada una de las unidades que operan F-16.

Otro factor a tener en cuenta es el costo de operación. Pocos detalles han salido a la luz pública. El más destacado data del año 2016 y corresponde a cifras dadas por un analista de defensa, el cual cifró en 120 millones de dólares anuales el monto destinado a horas de vuelo para 1,5 pilotos por avión, sin especificar a qué aeronaves se dedican estos fondos. De acuerdo a la información publicada por Forbes el año 2016, el valor de la hora de vuelo de un F-16C de la USAF era de 8.278 dólares. Esta cifra implica que para mantener los 46 aviones con 1,5 pilotos entrenados, volando según la norma estimada para la USAF de 200 horas anuales por cada uno, se necesita una cifra cercana a los 115 millones. Esto debe ser tomado como una referencia, pues los valores de las horas de vuelo están muy influidos por el nivel de actividad y los costos de mano de obra. En este caso, además, hay que considerar que la FACh debe mantener la capacitación de todo el resto de su flota, tanto de transporte como de helicópteros.

Revista Defensa nº 480, abril 2018, Roberto Sandoval


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