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Una guerra casi olvidada (II)

Ayer noticia

En la primera parte de este artículo analizábamos el contexto y orígenes de la Guerra del Rif de 1909. En esta segunda abordamos en detalle los desafortunados combates que marcaron este conflicto, que pasó a la historia asociado al nombre donde se produjo el mayor desastre de la campaña, el Barranco de Lobo.

El primer ataque de importancia se recibe en la mañana del 18 de julio. La harka rifeña atacó las posiciones avanzadas establecidas en Sidi Ahmed el Hach y Sidi Ali, estando a punto de perderse la primera de ellas, en las que los rifeños alcanzaron los mismos cañones de la posición ante la huida inicial de la Infantería, que fue salvada en último extremo por los laureados comandante Royo y capitán Guiloche, jefes de la Batería.

foto: Batería de montaña en protección de un convoy.

Para esa fecha ya habían desembarcado en Melilla varias unidades procedentes de Barce­lona, más de 3.000 soldados de Infan­tería, Artillería e Ingenieros de la 3ª Brigada de Caza­dores. Las precarias condiciones del embarcadero, que no podía recibir la denominación de puerto, y el mal tiempo dificultaron en extremo las operaciones, volcando un lanchón con 130 soldados, de los que murieron ahogados dos de ellos, aparte de la perdida de algo de material. El 20 de julio, la 3ª Brigada ya se encontraba completa en Melilla con sus 5.500 efectivos que se sumaban a los cerca de 6.000 de la guarnición. Las fuerzas enemigas se estimaban en 5.000 rifeños –muchos de ellos sin armas– y se temía su refuerzo desde Alhucemas y Argelia.

Durante los días 20 a 22 se produjeron potentes ataques rifeños, tanto diurnos como nocturnos, a la línea avanzada de posiciones que protegía Melilla, poniendo alguna de ellas en difícil situación. El 22, las reservas de agua en las posiciones era agobiante, un problema que sería recurrente en la larga Guerra de Marruecos. Los convoyes de aprovisionamiento eran hostigados desde las estribaciones del monte Gurugú, que dominaba todo el campo exterior de Melilla y permitía, a través de sus barrancos y vaguadas, aproximarse a cubierto del fuego de artillería de las posiciones.

El Gobierno sigue atendiendo las solicitudes de fuerzas del general Marina, como única forma de hacer frente a la difícil situación. Para ello se ordena el embarque de la 1ª Brigada Mixta de Madrid y la movilización de la 1ª Brigada de la 1ª División, para lo que fue preciso ordenar la incorporación de soldados con licencia ilimitada e incluso reservistas, individuos que se consideraban ya libres de cualquier obligación militar y tenían a su cargo responsabilidades familiares.

foto: Columna en movimiento.

Las protestas no tardaron en manifestarse: los fresquísimos recuerdos del 98 y las primeras noticias procedentes de Melilla despertaron en la población un rechazo frontal al embarque de las tropas. El día 22, en la madrileña estación de Atocha, fue necesaria la intervención de la Guardia Civil para facilitar el embarque del Batallón de Cazadores de Las Navas, a lo que se oponían violentamente los ciudadanos concentrados en los andenes. En Barcelona cobrarían los incidentes, más adelante, un carácter mucho más violento.

El revés del 23 de julio

Con vistas a las operaciones del día 23, el coronel Venancio Álvarez Cabrera fue puesto al frente de una columna, agrupación táctica que reunía unidades de Infantería y Artillería, dispuesta por el general Marina como reserva para reforzar la posición de Sidi Musa, una de las que se encontraba en situación más delicada de la línea avanzada. Sin que hayan quedado claras las motivaciones de Álvarez Cabrera, este ordenó por propia iniciativa el movimiento de su unidad a las diez de la noche de la víspera. Parece ser que pretendía aproximarse a Sidi Musa al efecto de poder reaccionar con mayor rapidez en caso necesario, aunque también se especuló sobre sus intenciones de ocupar anticipadamente las estribaciones del Gurugú que más directamente dominaban la citada posición.

A las seis de la mañana, ya amaneciendo, la columna se encontraba descansando en situación muy desfavorable, dominada plenamente por las alturas circundantes, y fue atacada con gran acometividad por la harka rifeña al descubrir su situación. Las consecuencias no pudieron ser más desfavorables, causando a la columna 22 muertos, incluido su jefe, nueve desaparecidos y 54 heridos. Esta victoria temprana elevó el ánimo rifeño, que desencadenó un ataque en un amplio frente, siendo necesario que varias compañías de los batallones Barbastro y Figueras, pertenecientes a la 1ª Brigada Mixta, que esa mañana estaban desembarcando en presencia del general Marina, fueran enviadas con carácter de urgencia al frente al mando del teniente coronel Ibáñez Marín.

foto: Convoy de artillería.

El general Marina se hizo cargo del mando directo del combate sostenido en todo el frente y, sobre las seis de la tarde, ordenó el repliegue de las unidades, para evitar ser sorprendidas por la oscuridad fuera de la línea de posiciones avanzadas. El teniente coronel Ibáñez Marín, al parecer, había dado orden de distribuir un rancho en frío a sus tropas, que llevaban 30 horas sin comer, lo que retrasó su movimiento a retaguardia de dos compañías del batallón de Figueras, que quedaron envueltas por el enemigo, sucumbiendo su jefe y un importante número de soldados.

El balance no pudo ser peor, dos jefes, ocho oficiales y 46 soldados muertos; un jefe, diez oficiales y 215 soldados heridos, a los que se debían unir nueve desaparecidos. Algunos cadáveres, incluido el del teniente coronel Ibáñez, no pudieron ser retirados hasta la mañana siguiente. Durante las siguientes jornadas, los convoyes de aprovisionamiento eran sistemáticamente hostigados, precisando para su protección de un batallón reforzado.

Un toponímico de triste recuerdo: El Barranco del Lobo

La triste jornada del 23 de julio obligó al Gobierno a movilizar nuevos refuerzos: la 1ª División Orgánica (Madrid) y la 2ª Brigada Mixta de Cazadores, que ya se encontraba alertada en el Campo de Gibraltar. En esta ocasión, la movilización se desarrolló más prudentemente que la inicial y se dejaron en territorio nacional, encuadrados en los terceros batallones, los soldados con licencia ilimitada y los de la reserva movilizados. No fue la única medida: siendo muchos de ellos cabezas de familia y único sustento, el Gobierno aprobó una indemnización de 50 céntimos diarios para sus esposas durante el tiempo de su movilización.

foto: El general Marina.

Mientras, en Melilla se sucedían los convoyes a la línea avanzada, siempre precisa de agua, para los que se aprovechaba el ferrocarril minero. La noche del 26, los rífenos levantaron cerca de 300 m. de la vía férrea, lo que anunciaba el firme propósito enemigo de impedir el aprovisionamiento. El movimiento de la columna, a caballo de la línea de ferrocarril, tenía apoyado y protegido su flanco izquierdo en la Mar Chica, procediendo la principal amenaza de los barrancos que, descendiendo del monte Gurugú, caían directamente sobre el flanco derecho del itinerario, dominándolo completamente debido a la diferencia de cota.

Para neutralizar esta amenaza, ordenó el general Marina al general Pintos, jefe de la 1ª Brigada de Cazadores (batallones Madrid, Barbastro, Arapiles, Figueras, Las Navas y Llerena) que siguiera un itinerario paralelo al seguido por la columna logística, proporcionándole flanqueo y controlando la desembocadura de los barrancos del Infierno y del Lobo y cogiendo, de esta forma, de flanco las concentraciones rifeñas.

Iniciada la operación en la madrugada del aciago 27, el movimiento de la Brigada del general Pintos no respondía exactamente a las órdenes recibidas sin que los motivos hayan quedado suficientemente esclarecidos. El batallón de Madrid, flanco derecho de su despliegue, posiblemente en respuesta al fuego enemigo que recibe, se desplaza excesivamente en dirección a las alturas del Gurugú, comprometiéndose más y más con el enemigo y siendo seguido por los batallones Barbastro y Figueras que le servían de apoyo.

Muerte del general Pintos

En estos momentos iniciales, un disparo abate al general Pintos, lo que inevitablemente genera un vacío en el mando y control de la maniobra. Los batallones Arapiles, Llerena y Navas –ala izquierda del despliegue– continúan su  avance por el itinerario señalado, paralelo a la vía, pero, rota la cohesión del despliegue, quedaron al alcance de los fuegos y el envolvimiento enemigo que aguardaban en el Barranco del Lobo, profundo conocedor del terreno que pisaba, moviéndose ágil entre peñas y chumberas. Mimetizado gracias a sus vestimentas de color pardo, realizaban mortífero fuego sobre las prietas filas españolas cuyos procedimientos tácticos poco se ajustaban al terreno y enemigo. Este fuego se cebó en los jefes y oficiales, que en su misión de mantener el orden y acometividad de sus unidades, serían objetivo fácil de abatir, dejando con ello todavía más descabezada la dirección de la operación.

foto: Desembarco de munición en Mar Chica.

Los fuegos de artillería, la intervención de las unidades de protección de la columna de aprovisionamiento y la energía del general Marina permitieron replegar las unidades comprometidas, no sin antes dejar sobre el campo más de un centenar de cadáveres, que no serían recuperados hasta dos meses después.

El número de bajas totales no se ha podido fijar con precisión, oscilando entre los 700 y los 1.000 entre muertos, heridos y desaparecidos, siendo los batallones Navas, Arapiles y Llerena los que llevaron la peor parte. Las bajas de oficiales son significativas de la magnitud del desastre, 1 general, 5 jefes y 15 oficiales muertos; y 2 jefes y 36 oficiales heridos. Alguno de sus cadáveres nunca fue recuperado.

La Semana Trágica

Las tensiones sociales derivadas de la situación obrera, materializada en la incipiente actividad de los primeros sindicatos, encontraron en las protestas contra el embarque de tropas de Madrid y Barcelona el ambiente más propicio para organizar una huelga general, que se programó en Madrid para el 2 de agosto, pero que Solidaritat Obrera decidió adelantar en Barcelona al 26 de julio, que se inició en un clima de tranquilidad.

Las noticias que llegaron la noche del martes 27 sobre lo ocurrido en el Barranco del Lobo, magnificando todavía más la gravedad de lo acontecido, dispararon los ánimos populares, desencadenando una semana de violentos disturbios con el levantamiento de barricadas en las calles y uniéndose las protestas antibelicistas a las anticlericales. El 28 amaneció Barce­lona con numerosas columnas de humo procedentes de iglesias y conventos incendiados, más de 80.

foto: Batería de Fuerte Camellos haciendo fuego sobre el Gurugu.

Los disturbios se saldaron con cerca de un centenar de muertos y una dura represión. Se clausuraron los sindicatos y las escuelas laicas. Se procesaron cerca de dos millares de personas, de las que cinco fueron condenadas a muerte, entre ellas Francisco Ferrer Guardia, cofundador de la Escuela Moderna, que generó una fuerte respuesta al Gobierno, tanto en España como en Europa.

Epílogo

Tras el desastre del 27 de julio, fue reforzada la fuerza expedicionaria hasta alcanzar casi a los 40.000 hombres. Se inició con ellos, a finales de septiembre, la transición de la actitud defensiva a otra ofensiva, que perseguía envolver el Gurugú, cortando con ello las permanentes agresiones que desde sus alturas se desencadenaban.

Sin embargo, fue la inconstancia del guerrero rifeño que, pasado el verano, debía volver a las tareas que aseguraran su sustento en un clima de paz, el que permitió por la vía política y no por la acción militar, debido al temor de más bajas, la forma en que se alcanzó la pacificación de las cábilas, que poco más de un año más tarde volverían a las armas.

foto: Jinetes marroquíes.

En el primer semestre de 1910 se irían repatriando las unidades expedicionarias, pero la Campaña había puesto de manifiesto los elementos que serían constantes durante los 18 años de guerra en Marruecos:

• La falta de preparación del Ejército español para esta Guerra, tanto tácticamente como en las deficiencias de las tropas de reemplazo, que solo en parte se corregiría con la creación de las Fuerzas Regulares Indígenas y el Tercio de Extranjeros (La Legión).

• El temor a las bajas, que influiría pesadamente en las operaciones militares, conduciendo a un avance en el Protectorado eminentemente político-defensivo, que pasaría su factura en julio de 1921 con el Desastre de Annual y prolongaría la guerra hasta julio de 1927.

Revista Defensa nº  481, enero 2010


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