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El programa naval "Cornejo" de la Armada española

Ayer noticia

El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera encabeza un pronunciamiento militar en la Ciudad Condal que le permitirá ocupar el Gobierno hasta enero de 1930. En Primo de Rivera se unen dos influencias; el regeneracionismo de Joaquín Costa, con su cirujano de hierro, y Antonio Maura con la idea de la revolución desde arriba(1). Ambos políticos reformadores se habían ocupado del estado de la Armada española. El primero, en su exposición ante el Congreso de Geografía Colonial y Mercantil celebrado en Madrid en 1883, se mostró partidario de una nueva y fuerte escuadra como medio indispensable para conservar y adquirir espacios coloniales(2). El Programa Naval de la Dictadura de Primo de Rivera se explicitó en los reales decretos de 31 de marzo y 9 de julio de 1926. Conocido con el nombre de Programa Cornejo, por ser del vicealmirante Cornejo el ministro de Marina, intentaba poner fin a los lastres del pasado.

Por su parte, Maura había afirmado en el debate parlamentario para la aprobación de su proyecto de Ley de Organizaciones Marítimas y Armamentos Navales: "hemos llegado al caso de resolver: o disolver de una vez la Marina llevando su personal a cargas de justicia, o reconstruir la Armada". El 27 de noviembre de 1907 conseguía la unánime aprobación del proyecto en una sesión parlamentaria que Carlos Seco Serrano califica como la culminación política de Maura(3).

¿Tuvo el discípulo Primo de Rivera ésta misma preocupación?. La respuesta es casi unánime. El general Francisco Mola había escrito que el claro concepto que el general Primo de Rivera tenia de la evolución política de Europa y de los futuros peligros en el orden internacional le llevo a cuidar a la Marina de Guerra, dotándola de medios poderosos de defensa de sus bases, de material adecuado a las probables necesidades, dentro de la modestia de nuestros medios económicos y del personal competente para la navegación. Para logar lo primero ordenó el artillado de las costas con material moderno, de la mejor clase y calidad. Para alcanzar lo segundo, inicio un plan  de construcciones que ha sido, sin duda, a pesar de sus detractores, el más racional y mejor orientado desde la decadencia de nuestro poder naval, pues España, por carecer de colonias que defender, no necesitaba de cruceros de gran radio de acción y, en cambio, le hacen falta unidades ligeras, veloces, dotadas de los máximos calibres que permitan sus tonelajes, submarinos y, como complemento, una bien organizada aviación naval(4).

Por su parte, Fernando de Bordejé y  Morencos apunta que lo que  no puede negarse es que la Dictadura de Primo de Rivera concedió a la Marina española una señalada atención(5). En la  misma línea, José Mas Godayol(6) juzga que la Dictadura coincidió con el máximo apogeo de nuestra Marina de guerra durante el reinado de Alfonso Xlll. José Luis Gómez Navarro(7) introduce en su libro una, a nuestra opinión, importante matización en estos juicios laudatorios sobre la preocupación por la Armada, al señalar el escaso interés de Primo por los problemas de la Marina, salvo los referentes a la construcción de nuevos barcos de guerra.

Los viejos problemas y el programa de construcciones

En 1923 nuestra Armada adolecía de dos viejos lastres. El primero de ellos consistía en una excesiva dependencia de los intereses británicos. Para hacer frente a un ambicioso programa de renovación de la Marina española e independizar la construcción naval militar de los astilleros extranjeros, en 1908 se creó la Sociedad Española de Construcción Naval en Madrid, dotándola de un capital social de 20 millones de pesetas, que quedo en un 40 por ciento en manos de las británicas Vikers, Amstrong y Brown y el resto lo aportaron los bancos de Vizcaya, Crédito de la Unión Minera y Bilbao, así como Altos Hornos de Vizcaya y Basconia(8). La nueva empresa se instala en Sestao, donde adquiere varios terrenos y las antiguas instalaciones de los Astilleros del Nervión.

Además, obtuvo la concesión de los arsenales militares de Ferrol y Cartagena y de los talleres de artillería de La Carraca en Cádiz. Desde entonces, dicha firma se encargaría de la construcción de nuestros buques de guerra, siguiendo modelos ingleses no siempre adecuados a nuestras necesidades defensivas(9).

El segundo radicaba en una excesiva lentitud en la ejecución de los planes navales aprobados. Esta demora era la responsable de que, cuando los barcos proyectados años atrás se hacían operativos, sus diseños estaban ya ampliamente superados por los avances técnicos. Ejemplo claro es la construcción de nuestros tres acorazados Dreadnought, de la clase España(10). Proyectados en 1905, entraron en servicio entre 1913 v 1922, completamente superados.

La excesiva lentitud de las construcciones navales se solucionaría mediante una asignación presupuestaria suficiente que permitiera mantener un ritmo de trabajo constante. El empeño financiero fue considerable y lo refleja la cifra que sobre el porcentaje de los gastos totales El Real Decreto de 31 de marzo autorizaba la construcción por la Sociedad Española de Construcción Naval de un nuevo crucero del tipo Príncipe Alfonso y de  tres contra torpederos del Churruca, con un plazo de cuatro años v un presupuesto de 110,38 millones de pesetas, de los cuales 49,38 era el coste de  los últimos. El crucero  se denominará Miguel de Cervantes y los contra torpederos adoptarían los de Almirante Ferrándiz, José Luis Diez y Lepanto.

El Miguel de Cervantes fue botado en El Ferrol el 18 de mayo de 1928 y su incorporación a nuestra Armada tuvo lugar en febrero de 1930. Estaba inspirado en los cruceros ligeros británicos de la clase E, con un desplazamiento de 7.975 ton., una velocidad de 33 nudos y armado con ocho piezas de 152 mm. en cinco montajes, tres dobles y dos sencillos; 4 de 101,6; 2 de 47 antiaéreos; una de desembarco de 76; 1 ametralladora y 12 tubos lanzatorpedos de 533 mm. en cuatro montajes triples(12).

Se trataba de un excelente buque, equiparable y aun mejor que los similares extranjeros de la época(13). Sus defectos eran el armamento en montajes abiertos en lugar de en torres y con una extraña composición de dos montajes sencillos y tres dobles, además de lo modesto de su artillería antiaérea y las instalaciones  de lanzamiento de torpedos que eran de manejo lento y engorroso.

La segunda parte

Los  contratorpederos  de la clase Churruca estaban inspirados en la británica Scout. Desplazaban 1.536  ton. y podían alcanzar la velocidad de 36 nudos. Su armamento lo componían cinco piezas de 120 mm.; una de 76 antiaérea; cuatro ametralladoras;  seis tubos lanzatorpedos de 533 mm. En dos montajes triples;  varaderos y lanzacargas de profundidad  como armas  antisubmarinas. Se trababa de unos barcos excelentes, bastante rápidos y armados, aunque muy débilmente protegidos frente a los  ataques de la aviación. Su construcción se encomendó a la Sociedad Española  de Construcción Naval de Cartagena. Se botaron en 1928,  incorporándose a la Armada en 1929 los dos primeros y al año siguiente el Lepanto.

Para la realización de la segunda parte del plan naval ideado por Cornejo, se utilizarían los fondos extraordinarios aprobados el 9 de julio de 1926 por Real Decreto del Ministerio de Hacienda presidido por Calvo Sotelo. La guerra de Marruecos, que había consumido 2.076.198.000 pesetas(14), entre1923 y 1927, había llegado a su fin y los gastos del  Estado se podrían reorientar hacia inversiones en el Ministerio de Fomento y al servicio de la Deuda Pública(5). El citado fondo extraordinario ascendía a 3.583.947.550,70 pesetas, que serian consumido en diez años. De ellos, 1.600 millones eran adscritos a Fomento, 1.508 a Defensa, 200 a Instrucción Publica y el resto se repartía entre las demás carteras. Del dinero destinado a Defensa, a la Armada se le asignaron 877.629.935,31 pesetas, de las cuales 691.443.492,12 iban a parar Asia construcción de nuevas unidades y 186.186.443,19 para las bases navales.

Contando con estos importantes fondos económicos, el Real Decreto de 9 de julio de 1926 aprobaba la construcción de las siguientes unidades de combate: tres cruceros, tipo Washington, de 10.000 ton. presupuestados en 268,5 millones de pesetas, denominándose Canarias, Baleares y Ferrol; tres cazatorpederos, cabeza de flotilla, del tipo Churruca, por valor de 49,38 millones, los Churruca, Alcalá Galiano y Almirante Valdés(16); doce submarinos de la clase C (144 millones); dos buques-tanques de 6 a 7.000 ton. (11.000.000 millones); tres buques de vigilencia de 250 ton. (3,9); varias embarcaciones minadoras, de rastreo de minas y de protección de lineas y campos (12 millones). Este programa se vería seriamente recortado. De los tres cruceros, sólo se botarían el Canarias y el Baleares(17); los doce submarinos quedaran reducidos a seis y todos los restantes fueron suprimidos debido a los problemas presupuestarios suscitados al agotarse los créditos consignados.

Los cruceros pesados Canarias y Baleares, como tantos buques de guerra españoles, tenían su origen en un proyecto británico, en concreto la adaptación de la clase Counfy. Estaban concebidos para proteger el tráfico marítimo y eran polivalentes, suficientemente grandes para todas las condiciones temporales y muy veloces, pero con poco blindaje(18), lo cual los hacía muy vulnerables, tanto al impacto de los proyectiles de cañón como a torpedos y bombas de aviación. Desplazaban 10.000 ton., su velocidad máxima era de 33 nudos y el armamento estaba compuesto por ocho cañones de 203 mm. en cuatro torres dobles, dos a proa y otras tantas a popa; ocho cañones antiaéreos de 120 en montajes individuales, cuatro por banda; ocho piezas antiaéreas de 40(19) y 12 tubos lanzatorpedos bajo cubierta en montajes triples y catapultas con dos aviones(20). Su potencia de fuego era enormemente supe¬rior a la de los cruceros precedentes. Iniciada su construcción en los astilleros de la Sociedad Española de Construcción Naval de El Ferrol en 1928, ésta se retrasó considerablemente. El Canarias fue botado el 28 de mayo de 1931 y el Baleares el 20 de abril de 1932, siendo entregados a la Armada en septiembre y diciembre 1936, respectivamente.

Los doce submarinos proyectados se vieron reducidos a sólo seis, entregados entre 1926 y 1929. Estaban armados con seis tubos lanzatorpedos de 533 mm. y un cañón de 75, desplazando 916 ton. en superficie y 1.290 en inmersión, con una velocidad de 16,5 y 10,7 nudos respectivamente. Tenían una autonomía de 8.000 millas. También procedente del Plan Cornejo es el buque-escuela Juan Sebastián de Elcano. Se trata de un bergantín-goleta de cuatro palos y 3.420 ton., construido en los astilleros de Echevarrieta y Larrinaga, en Cádiz. Sería entregado a la Armada el 17 de agosto de 1928, habiendo sido botado el 5 de mayo del año anterior. Su producción fue autorizada por un Real Decreto de 31 de mayo de 1925, con un presupuesto de 3.027.881 pesetas. De todos los barcos construidos durante la Dictadura de Primo de Rivera, es el único que sigue en activo en nuestra Armada.

Alemania

Para solucionar el problema de la dependencia de la tecnología británica, la Dictadura de Primo de Rivera intentó llegar a una colaboración con el Gobierno alemán. Por una parte, la República de Weimar estaba ansiosa por eludir las duras restricciones impuestas a su rearme en el Tratado de Versalles de 1918 y ya había firmado acuerdos con Japón y con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Lo haría ahora con España que, por su parte, se mostraba propicia a la creación de una industria nacional capaz de abastecer a nuestra flota de torpedos, equipos de navegación y de dirección de tiro, con el objetivo de desvincular sus proyectos navales de la dependencia británica. Las acciones alemanas se orientaron en dos sentidos: la Krupp respaldaba la fundación de la Unión Naval de Levante, empresa que competiría con la Sociedad Española de Construcción Naval; y, por otro lado, a través del hombre de negocios Horacio Echevarrieta Mauri, intentó penetrar en el entramado industrial español.

Horacio Echevarrieta había invertido parte de los beneficios extraordinarios obtenidos durante la I Guerra Mundial (PGM) en adquirir y remodelar los Astilleros de Cádiz. La aguda crisis de fletes posterior al conflicto repercutió negativamente en la industria de construcción naval civil. Carente de pedidos, Echevarrieta intentó hacerse con una parte de los pedidos de la Armada española, apoyándose en la tecnología alemana en la que creía e intentaría convencer de ello a los responsables del Estado, superando a la británica ofrecida por la Sociedad Española de Construcción Naval.

Para tal fin, el empresario llevó a afecto dos grandes obras: la creación de una fábrica de torpedos de 533 mm. y la construcción de un nuevo submarino en los Astilleros de Cádiz. La primera de las acciones previstas adquirirla rango legal mediante un Real Decreto de 26 de noviembre de 1925, que permitía al Directorio Militar la firma de un contrato para la instalación y explotación de una fábrica nacional de torpedos en las proximidades del Mar Menor. El 19 de mayo de 1926 Echevarrieta había obtenido un crédito del Deutsche Bank de 240.000 libras(21) esterlinas con las cuales pudo hacer frente a los gastos ocasionados por el traslado de la Fábrica Nacional de Torpedos a Cádiz, en 1928. Para tal fin se adquieren 72.381 m2., con un valor da 786.946 pesetas(22). Las obras no dieron comienzo hasta febrero de 1929. Los dibujos y los datos necesarios para la construcción y pruebas de los nuevos torpedos fueron proporcionados por la Marina alemana, que designó a un director de su agrado(23). La Fábrica Nacional de Torpedos de la localidad gaditana pasa a poder del Gobierno en 1933 sin haberse terminado siquiera.

En los Astilleros de Cádiz se inicia en abril de 1929, bajo la dirección técnica alemana, la producción del submarino E-1. Sus características superaban a lo demandado por la Marina española en cuanto a velocidad y radio de acción, siendo mejores que los de la clase C en superficie. Iba armado con seis tubos lanzatorpedos, un cañón de 105 mm. y una ametralladora(24).

En el choque entre los intereses británicos y los alemanes resultaron fundamentales las mayores influencias políticas de los primeros: en 1930 habían derrotado a los alemanes. El sumergible construido bajo diseño técnico de éstos no sería adquirido por el Estado español y acabaría vendido a Turquía el 27 de diciembre de 1935 por un precio inferior a los costos de fabricación(25). Los nuevos sumergibles hispanos, siguiendo la tradición, serían del tipo D, con influencia británica y producidos por la Sociedad Española de Construcción Naval en su factoría de Cartagena.

Epílogo

Todos los barcos construidos en virtud del Programa Cornejo, seis submarinos, seis destructores y tres cruceros, tuvieron una intervención destacada en la Guerra Civil española. En algunos casos, su final fue trágico, al ser hundidos durante el desarrollo de la contienda. El mayor número de pérdidas las sufrieron los submarinos: el 50 por ciento de los botados. Todos los de la serie C estaban en la base de Cartagena en julio de 1936 y quedaron bajo control del Gobierno republicano. El C-3 fue hundido por el submarino alemán U-34 el 12 de diciembre de 1936 en la bahía de Málaga, pereciendo 37 de sus 40 tripulantes. El C-5 desapareció en las proximidades de Ribadesella el 30 de diciembre de 1936, muriendo toda su dotación. El C-6 fue averiado durante un bombardeo aéreo del puerto de El Museo y hundido por sus propios tripulantes por orden de Prieto para que no cayese en manos del enemigo, el 20 de octubre de 1937(26). En 1947 se reflotó, pero se hunde definitivamente en el Cantábrico al ser llevado a desguazar(27). El 26 de junio de 1948 toda la tripulación del C-4 perece al perderse durante unas maniobras en Soller (Mallorca). El C-1 y el C-2 fueron dados de baja en 1950 y 1951, respectivamente.



Los cruceros de la clase Washington se hallaban aún en construcción en el Arsenal de El Ferrol en 1936. El Canarias salió a la mar, todavía sin terminar de artillar, el 27 de septiembre de 1936. El Baleares, faltándole las dos torres de popa, comenzó a prestar servicio en noviembre de 1937, siendo hundido el 6 de marzo de 1938, después de un combate con la Flota republicana a 75 millas al Este de Cabo Palos, pereciendo 788 hombres de su tripulación. El Canarias se convertiría en el buque insignia de la Armada española y permanecería en activo hasta el 17 de diciembre de 1975, después de haber sido sometido a importantes reformas entre 1952 y 1953.

El crucero Miguel de Cervantes estaba anclado en la base naval de El Ferrol y, el 17 de julio de 1936, el ministro de Marina ordenó su partida hacia el Estrecho de Gibraltar, ante las noticias inquietantes procedentes de Marruecos. Después se trasladaría a la base naval de Cartagena. El 22 de noviembre de 1936, de regreso de una misión, fondeó en la parte exterior de la rada de Cartagena, sin protección antisubmarina. La ocasión sería aprovechada por el sumergible italiano Torricelli para lanzarle dos torpedos(28), que le abrirían un enorme boquete en la banda de estribor, con consecuencias para las calderas y las máquinas, dejándolo fuera de combate hasta el 11 de abril de 1938(29). En la madrugada del 17 al 18 de junio de 1938 el puerto y el arsenal de Cartagena serían bombardeados alcanzando al crucero(30), que se trasladaría a Bizerta en 1939, de donde sería recuperado y permanecería en activo en nuestra Armada hasta 1964.

Los cazatorpederos de la clase Churruca aumentaron hasta un total de quince unidades botadas entre 1926 y 1933, en tres series sucesivas. Los seis inicialmente previstos en 1926, fueron completados con siete unidades el 31 de junio de 1929(31). Ulteriormente se añadirían dos más(33).

Los destructores Almirante Ferrándiz, José Luis Diez, Lepanto y Alcalá Galiano se encontraban en Cartagena en julio de 1936. El Almirante Valdés y el Churruca estaban en Melilla y Ceuta, respectivamente(33), y todos combatieron en el bando republicano durante nuestra contienda civil. Resultaría hundido el primero, el 29 de septiembre de 1936, en aguas del Estrecho de Gibraltar por el crucero Canarias. El Churruca y el Alcalá Galiano serían averiados en el puerto de Cartagena por bombarderos italianos procedentes de las islas Baleares. El José Luis Diez, después de refugiarse en los puertos de Falmouth y Le Havre, intentaría retomar a Cartagena. Descubierto el 26 de agosto de 1938 por el Canarias se tuvo que refugiar en Gibraltar averiado. Intentó emprender de nuevo su viaje la noche del 29 al 30 de diciembre, pero fue interceptado por el minador Vulcano siendo gravemente averiado y embarrancó en territorio controlado por los británicos para evitar ser hundido o apresado. Finalizada la contienda, los cinco destructores supervivientes prestarían servicios en la Armada hasta ser dados de baja, entre 1957 y 1963. (David Rubio Márquez).

Notas del autor:

(1) Tussell Gómez, J.: Manual de Historia de España; tomo 6, siglo XX: Madrid, Historia 16; 1994; pág. 229.

(2) Rodríguez González, A.R.: El desastre naval de 1898; Madrid; Arco/Libro; 1997; pág. 14.

(3) Seco Serrano, C.: La España de Alfonso XIII; Madrid; Espasa Calpe; 2002; pág. 137.

(4) Mola. E.; Obras competas; Valladolid, Librería Santarén; 1940; pág 1031.

(5) Bordejé y Morencos, F.: Vicisitudes de una política naval; Madrid; San Martín; 1978; pág 411.

(6) Mas Godayol, J.; La Marina. Historia de Trafalgar a nuestros días Barcelona; Editorial Delta; 1983, pag. 664.

(7) Gómez Navarro, J. L.: El régimen de Primo de Rivera Reyes, dictaduras y dictadores; Madrid; 1991; pág. 160.

(8) Valdaliso, J. M.: Nacimiento y desarrollo de la industria naval del hierro y el acero en el País Vasco: el caso de Vizcaya (c. 1889- 1979); Jtsas Memoria, 2. pág. 312.

(9) Alcafar Nassaes, J. L.: La Marina Italiana en la Guerra de España: Barcelona; Euros; 1975; pág. 26.

(10) Basados en una reducción del modelo británi¬co Invencible por problemas presupuestarios, se trata¬ba de dos barcos España, Alfonso XIII y Jaime I.

(11) Díaz Morlan, P.: Horacio Echevarrieta 1870-1963. El capitalista republicano; Madrid, LID: 1999; pág, 184.

(12) Aguilera, A. y Elias, V.: Buques de guerra españoles 1885-1971; Madrid; Editorial San Martín; 1980; pág. 57.

(13) VV.AA.: El buque en la Armada Española, Madrid; Sílex; 1999; pág. 371.

(14) Salas Larrazábal, R.: El protectorado de España en Marruecos; Madrid; Editorial Mafre; 1992; pág. 169.

(15) Gómez (1991: 379).

(16) En 1927 se había aprobado la venta a la Armada Argentina de los primeros Churruca y Alcalá Galiano, que habían sido bolados en mayo de 1925. Entregados en Cartagena en noviembre de aquel año, tomaron los nombres de Cervantes y Juan de Garay. Para suplir su hueco en la flotilla de nuestros destruc¬tores, se autorizó la botadura de los Almirante Antequera y Almirante Valdés el 4 de enero de 1928.

(17) El 16 de mayo de 1928 los tres cruceros que¬dan reducidos a dos. No se explican las causas al con¬siderarse el asunto materia reservada. Para razonar esta decisión, Bordejé y Morencos señala como posi¬bles motivos la aparición del acorazado de bolsillo ale¬mán Deutschland, que obligaba a variar el diseño de los futuros cruceros y la necesidad de buscar financiación para la construcción de los siete nuevos destructores que preconizaba la Ley de 31 de junio de 1926 (Bordejé, 1978: 489-490).

(18) Alpert, M.: La guerra civil española en el mar, Madrid; Siglo XXI; 1987; pág. 9.

(19) El armamento secundario de estos cruceros sufrió numerosas alteraciones. Originariamente iban a montar seis cañones de 120 mm.; cuatro de 120 antiaéreos y 18 de 40 mm. antiaéreos (VV.AA.: El buque en la Armada Española; Madrid; Sílex; 1999; pág. 381).

(20) Aguilera y Elías (1980: 60).

(21) Viñas, A.: La Alemania Nazi y el 18 de julio; Madrid; Alianza Universidad; 1977; pág. 60.

(22) Bordejé (1977).

(23) Díaz: (1999: 199).

(24) Díaz (1999: 205).

(25) Viñas (1977: 57).

(26) Alpert (1937 2391.

(27) García Linares. R.: Bases o lugares en el que se encontraban los distintos buques de la Armada española al producirse el alzamiento militar el 18 de julio de J936, sin contar los barcos de menor tonelaje; Revista de la Hermandad Nacional de Sargentos Provisionales; agosto 2000; Núm 110: pág. 115.

(28) Alcofar (1975: 110)

(29) Alpert (1937: 170).

(30) Solé y Sábete, J. M. y Villarroya, J.: España en llamas. La guerra civil desde el aire; Madrid; Temas de Hoy; 2003 pág. 200.

(31) La segunda serie se componía de los destructores Almirante Antequera, Almirante Miranda, Gravina, Escaño, Ciscar, Jorge Juan y Ulloa. Fueron dados de alta en la Armada en 1935, 1936 y en 1937 los dos últimos El Ciscar fue hundido por la aviación nacional en el puerto de El Musel.

(32) La tercera y última de las series la compondrí­an solamente los destructores Liniers y Álava. Botados en Cartagena en 1946 y 1947L respectivamente, e incorporados a la Armada en 1951. Serían dados de bala en 1978 y 1932.

(33) García (2000: 105).


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