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1916-1935. Evolución de la Caballería y los Carros de combate alemanes

Ayer noticia

En líneas generales la Caballería alemana evolucionó al mismo compás que la de otras naciones. Las diferencias entre los Cuerpos Montados de uno u otro país se debió a circunstancias particulares, casi siempre a factores locales, a la genialidad de un jefe o algún aspecto que le dio carácter. Así, los Húsares no existieron en todos los Ejércitos, abundaron los Dragones, los Lanceros, los Cazadores... Un punto de giro en la Historia de la Guerra fue la aparición del carro de combate en la PGM que incidió en el futuro de la Caballería, la cual hasta la batalla de Verdun era similar en todos los Ejércitos.

Después se confirmaría algo que estaba latente desde la Guerra de Secesión norteamericana y demostró la Ruso-Japonesa. El poder de fuego de la ametralladora hacía difícil la supervivencia del caballo en las grandes batallas.

 NACE EL CARRO
Para los alemanes el ataque en el Somme, en la batalla de Flers, el 15 de septiembre de 1916, fue una dolorosa sorpresa (El demonio está llegando, dijeron los soldados al contemplar horrorizados la inesperada aparición de los carros, aquellos dragones de acero escupiendo fuego) de la que no lograron sobreponerse durante el resto de la contienda. El jefe de Estado Mayor del 3º Grupo de Ejércitos germano informó: El enemigo ha empleado en el último combate nuevos ingenios de guerra tan crueles como efectivos. Las experiencias no se aprovecharon del lado alemán porque los supervivientes quedaron prisioneros o ignorados por el Mando que quiso formar, sin conseguirlo, una moral anticarro ridiculizando al nuevo medio de combate. El carro fue visto como una presa comparativamente fácil para la artillería que... desplegó cañones especiales para destruirlo. Esto iba a crear una euforia que los desvió de poner en práctica su propio programa de carros aunque las posibilidades de los que caían en sus manos hizo que, con muchas resistencias, el Mando se decidiera a finales de 1916 a producir uno. Igual que los franceses montaron una caja de acero sobre un chasis de tractor Holt, del que resultó el A7V.
Estudiar la evolución del empleo de los carros es difícil dada la escasa bibliografía de origen alemán con la que se cuenta, por lo que hay que confiar en el omnipresente Guderian y deducir la evolución de su pensamiento por las diferencias existentes entre sus escritos. Siempre considerando que la principal fuente a la que acudir se llama “Recuerdos de un soldado” y que lo que expone son precisamente eso, sus recuerdos, escritos, además, después de la guerra.

Foto: Ruedas de bicicleta y lonas evocan, en la Alemania derrotada en la PGM, los carros de combate a cuya construcción y posesión le había sido negado cualquier derecho.

El Arma Panzer se debe a la indomable voluntad de Guderian y el decidido apoyo del general Luzt. Ambos contaron indirectamente con la inestimable ayuda del general Von Seeckt, quien no emprendió modernizaciones prohibidas por el Tratado de Versalles, sino de perfección del Ejército cambiando su espíritu e imbuyéndole la suprema importancia del factor sorpresa para la que es imprescindible la movilidad. Von Seeckt, a principios de 1927, admitía que los vehículos acorazados de combate están aumentando dentro de una postura independiente sobrepasando a las viejas Armas. Su comentario se basaba en lo que ocurría fuera de las propias fronteras, sobre todo en el Reino Unido, donde aunque físicamente seguían una senda equivocada, intelectualmente dirigían lo que después se llamó Guerra Acorazada.
Las explicaciones publicadas se refieren a algún aspecto parcial de los motivos que iban a fundamentar los éxitos del Arma Acorazada en Alemania. Así el general F. M. von Senger und Etterlin (1) señala que uno de los factores que influyeron fue que entre 1939 y 1941 el grueso de los mandos de las formaciones acorazadas eran jinetes, corroborado por Guderian quien igualmente apunta a sus estudios sobre la Caballería para el desarrollo de las tropas móviles. También tuvo influencia el general austríaco Ritter von Eimannsberger (2), así como los resultados del estudio de lo sucedido, en este capítulo, durante la guerra en España. Contra toda lógica las conclusiones soviéticas y alemanas estaban en franca contraposición. Los primeros decidieron disolver los Cuerpos Mecanizados y distribuir los carros entre la Infantería. Los alemanes, por su lado, pensaron que estaban en el buen camino y confirmaron las excelencias de la cooperación carros-Aviación. Muchos escritores opinan que el impulso definitivo vino de Hitler después de que presenciase una de las exhibiciones organizadas por Guderian tratando de vender la idea carro.

TRATADO DE VERSALLES

Este humillante Tratado jugó una baza en favor de Alemania. Las restricciones impuestas le forzó a desembarazarse del material anticuado, mientras que los Ejércitos victoriosos lo conservaron sirviéndoles tan solo de lastre negativo para desarrollar nuevo equipo y examinar las consecuencias de su empleo. En su lugar se aferraron a los viejos esquemas que no tenían valor alguno a la vista de los avances tecnológicos.
El artículo 171 del Tratado de Versalles prohibió a los alemanes armas tales como carros, aviones y gases, prestando fuerza el argumento que les negaba el desarrollo de una fuerte capacidad ofensiva. Los aliados, deificando la defensa, buscaban crear una fuerte disuasión que les impidiese a los alemanes, en el futuro, lanzar una guerra agresiva. Pero a veces, cuando se procede con mala intención, los resultados se vuelven contra quien tal hace. El Tratado tuvo por objeto frenar la modernización del Ejército alemán pero ocurrió lo contrario. Les sirvió de acicate para crear una nueva filosofía militar entre aquellos profesionales dotados de capacidad suficiente para comprender el profundo cambio que iba a suponer el empleo masivo del motor de explosión en el campo de batalla.
Según el Tratado de Versalles un Ejército de cien mil hombres tenía la misión de mantener el orden interno y asegurar las fronteras de la nación. El general von Seekt vio en esta cortapisa impuesta la oportunidad de organizar un Ejército de élite: un Ejército pequeño excelentemente entrenado. Guderian, estudiando la motorización de los Ejércitos futuros, llegó a la conclusión de que con solamente un pequeño Ejército tendrían que defenderse a sí mismos mediante una guerra móvil.

Foto: Panzer V, arriba; y VI. Ambos eran multitorre. ​

Cuando Ludendorff y otros generales alemanes se referían a los malos efectos del pánico al carro, en realidad estaban tratando de reinyectar vitalidad a la moral de sus tropas. El general von ZweIl, dijo: No fue el genio de marical Foch el que nos venció, fue el General Carro. Sin duda, ésta era una gruesa exageración y, en parte, la defensa de las inadecuadas posturas adoptadas en su momento por el Estado Mayor alemán.
En la filosofía fundamental del carro, británicos y germanos estaban en desacuerdo. Persistentemente estos últimos consideraron su papel como un ataque a la moral de los combatientes, mientras que los británicos copiados por los franceses, continuaron considerándolo un medio de ataque material. Para los aliados el carro fue una herramienta importante para lograr la victoria en la PGM. Para los alemanes fue algo más, un arma con magia propia, y razonaron, que ya que no habían podido vencerlo, debían poseerlo en el futuro. En el campo de los carros los estudios preliminares germanos se basaron en la escuela francesa que los consideraba auxiliares de la Infantería, idea que fue rechazada y abandonada tan pronto como empezaron a ahondar en el tema.
Aprovechando las experiencias extranjeras que a ellos les estaban vedadas, los alemanes trabajaron en secreto buscando soluciones estratégicas que les permitieran asegurar las fronteras. En el periodo de entre guerras se encontraron, además de con las cortapisas del Tratado de Versalles, con que todos sus planes tendrían que referirse a guerras de movimiento por no disponer de fronteras seguras a cuyo amparo pudieran refugiarse.

Foto: Tras la PGM, un “panzer” alemán maniobra para conocer sus posibilidades operativas.

Decidir qué clase de ingenios iban a necesitar y fabricarlos no fue tarea fácil, precisándose de la enorme energía de hombres como Lutz o Guderian y de la perseverancia de los enamorados de la mecanización para poner en marcha las Fuerzas Acorazadas. Para muchos el cambio de actitud que se les pedía, trocar la silla de montar por el asiento de un carro, constituía una afrenta mientras que el general Blomberg comprendió mejor que la mayoría de los militares de su tiempo el nuevo concepto de guerra móvil en la cual los carros desempeñaban el papel histórico de la Caballería (3).
Esta postura exigía materiales con los que trabajar y así comenzaron en el mayor secreto la fabricación de carros, los cuales, después de ser experimentados en un polígono puesto a su disposición por los soviéticos en Kazán, no satisfacieron sus propósitos y no tuvieron continuación lógica debiendo decantarse por equipos distintos que tardarían en estar listos. Fue necesario crear un modelo interino para instruir tripulaciones, como un expediente temporal, encontrándose con la sorpresa de que la industria no se encontraba preparada para acometer esta tarea.
Los trabajos iniciales sobre los carros le fueron encargados al capitán Guderian quien (4), aunque admitió no tener la menor idea sobre el tema, se puso a buscar literatura de origen francés y británico revelando: Atrajeron principalmente mi interés e hicieron fructificar mi fantasía, los (los escritos) de Liddell Hart, Fuller y Martel. No cita a ningún francés y el general von Thoma le confesó a Liddell Hart que dudaba mucho que el libro de De Gaulle sobre la materia fuera leído por la masa de oficiales alemanes.
Los mandos militares opinaban que no estarían preparados para una guerra antes de 1944 y los más optimistas fijaban su completo equipamiento para 1942. La megalomanía hitleriana precipitó los acontecimientos y por eso el Arma Panzer nunca pudo alcanzar los objetivos que propusieron sus creadores y jamás dispuso del equipo que figuraba en sus plantillas.

Foto: Dos “panzer” en la gama de tractores: el “Grosstraktor” (arriba), y el “Leichter Traktor”.

El general Guderian, aceptando el principio de Liddell Hart del Torrente en Expansión solicitaba la formación de divisiones Panzer completamente móviles (el elemento de combate y el de apoyo) para poder realizar la maniobra en cooperación con la Aviación que actuaría como Artillería volante. Una formación que pudiera reconocer en un frente amplio, buscar los puntos débiles y penetrar a través de ellos profundizando para atacar los centros nerviosos del enemigo. Pero para Guderian las cosas no marchaban tan bien como él deseaba. Dentro del Ejército tenía sus detractores, muchos estaban lejos de admitir la bondad de las nuevas armas y otros temían perder sus posiciones y privilegios. A la Caballería se la contentó incluyendo dentro de la élite Panzer a cuatro divisiones, rebautizándolas Divisiones Ligeras, dotándolas en principio con coches acorazados y después un batallón de carros, que era lo que temía Guderian: diluir el escaso rendimiento de la industria en la fabricación de carros que llegaban en número insuficiente a las unidades.

Foto: Guderian fotografiado ya en tiempos de la SGM.

El ascenso a comandante separó a Guderian de los carros aunque las circunstancias de su nuevo destino propiciaron el desarrollo intelectual de la idea carro. Marchó a Settin a instruir a los oficiales en táctica e historia de la guerra. Enfrentarse a un auditorio culto y ansioso de saber le obligó a esmerarse en la preparación de sus clases para que no le pillaran en blanco. Prestó especial atención a las campañas napoleónicas y a un pormenorizado estudio de la Caballería como ejemplo de las nuevas tendencias sobre la guerra móvil. En 1929 sus reflexiones le convencieron de que los carros de combate nunca alcanzarían decisiva importancia si actuaban como subsidiarios de la Infantería. Preconizaba los tan cacareados (posteriormente) equipos de armas combinadas en los que los carros son la prima donna, el arma principal.
Estudiando las cuestiones de la motorización pronto asumió la iniciativa de convertir la Caballería (el Arma de la movilidad) a Panzer. Se convenció de su potencial y también de que sus ideas y teorías estaban en el buen camino así como de que el carro era demasiado ágil para utilizarse al ritmo de avance del soldado a pie. También comprendió que era muy vulnerable y debería formar parte de una masa de maniobra para ejercer todo su valor en el campo de batalla (5).

NACIMIENTO DE LAS PANZER

En 1932 se decidió a incluir en los ejercicios carros figurados. El éxito fue tan notorio que en lo sucesivo sería imposible no tomarlos en consideración. Guderian cita el entusiasmo que despertó la nueva Arma entre los oficiales jóvenes de Caballería y aclara: Se produjo una invasión de oficiales de Caballería, los cuales debían vitalizar nuestras jóvenes tropas. Después de uno de estos ejercicios el general que los mandaba dijo: Sólo falta que pongamos en el globo amarillo que indica el final de las maniobras: “Los carros de Guderian son los mejores”.
A principios de 1934 se creó el Mando de Tropas Mecanizadas con el general Lutz como jefe y Guderian como su jefe de Estado Mayor. Las Panzer ya estaban en marcha y en octubre de 1935 se crearon las tres primeras divisiones Panzer dándole el mando de una de ellas a Guderian aunque aún era coronel.
Los mandos de Panzer, desde los primeros momentos, dejaron muy claro su independencia. Se eligió el color rosa distintivo de los coraceros de Caballería para las unidades de carros y para las de reconocimiento se adoptó el amarillo de la Caballería de línea. Se salvó de esta regla la  División de Caballería, por la tradición, que siguió con el amarillo incluso después de convertida a Panzer.

Foto: Prototipo del “Krupp” antes de recibir sus armas.

El general von Thoma manifiesta los ingredientes de la superioridad alemana, no en material, sino en la formación de los hombres, especialmente los mandos: La misión táctica del jefe está delante, entre sus carros. Debe mandar “desde la silla” como hacían antes los jefes de la Caballería . Los grandes problemas que ayudaron a su derrota, según el general Manteufel fue: Esta guerra tiene características completamente distintas de las de la Infantería, y los infantes no la entienden.
Finalizada la SGM el Ejército alemán se desintegró, desapareció hasta que la Guerra Fría obligó a los aliados a fomentar el resurgimiento de uno nuevo hecho a su imagen y semejanza. El nuevo Ejército siguió las pautas de la organización norteamericana creándose, en el campo de los carros, dos ramas llamadas Tropas de Reconocimiento y Tropas de Carros. Al salir de las Academias los oficiales pueden elegir entre una u otra debiendo permanecer en los empleos de teniente y capitán en la elegida y a partir de mayor pueden destinarse indistintamente a cualquiera de ellas

LA ESCUELA DE CARROS DE KAZAN

En 1920 el general Hans von Seeckt intentó extender las fuerzas alemanas a doscientos mil hombres, solicitud que le fue negada cerrando las esperanzas a futuras concesiones. Por este camino los vencedores obligaron al Ejército alemán a fabricar un auténtico laboratorio en el cual los soldados profesionales, intensamente instruidos durante los doce años permitidos en servicio activo, se convertirían en maestros de la guerra formando el núcleo de un poderoso Ejército que años después sería capaz de vérselas de tú a tú con todas las grandes potencias a las que les costaría casi seis años derrotarlos.

Foto: Este Pz.IA se destinaba a formar conductores.

Los alemanes estudiaron todos los aspectos de las futuras guerras, encontrando como único obstáculo con que no podían ensayar sus teorías al carecer de material necesario. La única solución era aliarse con un país que estuviera fuera de los límites del control aliado, es decir, la Rusia Soviética, que no disponía de ayuda exterior para organizar sus maltrechas fuerzas y tampoco de una industria capaz de ejecutar los requerimientos de la guerra moderna. El general von Seeckt no simpatizaba con los comunistas pero tuvo muy claro que éste era el único medio de escapar a las limitaciones del Tratado de Versalles.
En el invierno de 1920-21 el Mando alemán seleccionó un grupo de oficiales para establecer las condiciones del desarrollo técnico/militar y en este cuadro, en 1921, el representante en Berlín de los soviéticos, Kopp, tuvo una conversación con el comisario del Pueblo para Asuntos Militares, Trosky, discutiendo un programa de ayuda industrial/militar alemán al Ejército Rojo. El 7 de abril Kopp informó a Trosky que varias empresas iban a establecer una organización especial destinada a fabricar armas para Rusia. Se aprovechó el hecho de que después de la firma del Tratado de Rapallo, el 16 de abril de 1922, Krupp obtuvo permiso para montar un centro experimental de tractores al Sur de Rusia lo que serviría de base para el desarrollo de los primeros carros alemanes que, siguiendo esta especie de enmascaramiento, se denominaron Leichtertractor y Grosstractor. Mijail Frunze, sucesor de Trosky, al frente del Ejército Rojo, quedó impresionado por los progresos de los mencionados tractores.
La falta de una firme base industrial rusa impidió que la colaboración prosperara rápidamente. En julio de 1927 fue negociado el establecimiento de una escuela de carros de Kazán, que esperaban que contribuyera a la mejora de la industria de guerra soviética a través de los conocimientos técnicos y la experiencia alemanes. En septiembre de 1928, el general Blomberg visitó esa escuela viéndose gratamente sorprendido por la organización y las facilidades del terreno para la instrucción y el desarrollo de tácticas y equipo. Dedujo que había que acelerar el abastecimiento de carros y manifestó que esperaba enviar algunos para la primavera de 1929.

Foto: Panzer JA, de Krupp, conservado en un museo español. La Guerra Civil de 1936-39 proveyó al Mando alemán de numerosas lecciones prácticas en cuestión de carros (Foto: José Murillo Barrero).

La escuela demostró claramente la habilidad de alemanes y rusos para trabajar juntos en una capacidad técnica y militar, mientras que los alumnos de ambos Ejércitos eran simultáneamente instruidos en la teoría de las tácticas de Caballería, empleo de las armas y comunicaciones, proporcionándoseles un curso general de técnica y mecanización. Ese centro pedagógico fue responsable de las pruebas y evaluación de prototipos alemanes y extranjeros además de proporcionar instrucción táctica para los oficiales, aunque hay pocas dudas que cada uno escamoteaba al otro las ideas más importantes y renovadoras. Para octubre de 1934, con Hitler ya en el poder, los rusos pensaron que la actitud de los alemanes hacia la Unión Soviética era cada vez más hostil por lo que el 31 de octubre dieron por finalizada tan fructífera cooperación.
Es curioso que de la misma se dijera tan poco por parte alemana; el general Guderian la cita de forma velada, con un cierto pudor, cuando es seguro que sacaron enseñanzas esenciales utilizadas en provecho propio. De la cooperación con Suecia se habla todavía menos; el general la cita casi como unas vacaciones personales, dando detalles de los actos sociales a los que asistió y muy pocos militares, aunque admite que allí recibió su bautismo de carro a bordo del M21 (una mejora del LK II alemán).
En 1933, con Hitler recién llegado a la Cancillería del Reich, fue nombrado jefe del Ejército el general Fritsch quien sentaría las bases para la posterior creación de las divisiones Panzer. Mientras que con él se podía razonar y hasta convencerle, con el general Beck, jefe del Estado Mayor General, ocurría lo contrario, las cosas podían ponerse muy difíciles por su carácter irresoluto y la práctica de la resistencia pasiva. Enfrentado en agrias discusiones con Guderian (usted va demasiado deprisa para mí) llegó a censurar posturas contenidas en los reglamentos como que los jefes se acercasen todo lo posible al frente, alegando: Pero usted no puede mandar sin mesa de planos y teléfono. Se dijo que las cortapisas eran debidas no a un convencimiento técnico sino a su postura anti nazi.

GUERRA RELAMPAGO
El término no tiene una procedencia muy clara aunque Liddell Hart se lo adjudica (7). En algunos escritos le dan la paternidad a periodistas occidentales deslumbrados por las victorias alemanas. El éxito de la llamada Guerra Relámpago se basó en desequilibrar al Mando enemigo produciendo un colapso de ingentes proporciones. Crear las condiciones necesarias para ello es consecuencia de la preparación técnica de los mandos. Asignar un objetivo alcanzable depende del concepto estratégico y de la situación general. El objetivo de las Panzer en 1940 era asequible, el de 1944 en el mismo terreno no lo fue debido a la situación que ahora estaba en contra de los germanos.
Estos mismos elementos y cantidades ingentes de material, fueron empleados por los aliados, aún en mayor proporción cuando el péndulo de la Historia osciló en su favor, sin que hubiera guerra relámpago por su parte ya que no dispusieron del ingrediente principal que fue la superior fuerza moral e instrucción del soldado alemán (8), y sobre todo porque en su subconsciente y en el de los mandos, yacía el firme convencimiento de la superioridad del fuego sobre la maniobra.

INSTRUCCION Y UNIFORMIDAD

Al comienzo los alemanes no podían basarse en sus escasas experiencias en carros pero sí estudiar los progresos de otras naciones y trabajar con medios improvisados, dejando patente su deseo de prepararse para vencer y olvidando el cómodo, socorrido y vicioso principio de que la carencia de equipo adecuado impide realizar los programas de instrucción.

Foto: Entre todos los carristas alemanes de la SGM el capitán Michael Wittmann fue el más condecorado. Antes de caer en combate había destruido 138 carros enemigos lo que le valió las Hojas de Roble con Espadas para su Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.

Simularon las máquinas que no tenían con pantallas de lona transportadas por soldados a pie o paneles de cartón sobre pequeños coches de turismo, reemplazando a los inexistentes carros con buena voluntad e imaginación. El general Guderian recuerda con cierta ironía el desencanto de los escolares e infantes cuando el Ejército dispuso de carros de verdad. Los simulados los perforaban los escolares con sus lápices, los infantes se defendían de ellos a pedradas y atravesando sus corozas con las bayonetas.
Los carristas alemanes pusieron de su parte todos los ingredientes para formar una élite de feroz encanto adherido a su nombre, una imagen compuesta de respeto y admiración hacia esta nueva raza de soldados, tanto en la victoria como en la derrota y debido, parcialmente, a la apariencia de sus uniformes y emblemas. El negro uniforme y la aparatosa boina, se eligieron con vistas a destacar sobre el verde-gris de los demás militares, el emblema plateado del cráneo y las tibias invitaba a la comparación con otros soldados de tropas de choque alemanas: los Húsares de la Muerte y los Black Brunswickers del siglo XIX. La boina fue descartada a finales de 1939 y sustituida por un gorrillo, también negro. Se prestó especial atención al uniforme y a todos sus detalles. El negro se dijo ocultaría las inevitables manchas de grasa pero al mismo tiempo fue un elemento que destacaba a los carristas donde quiera que se hallasen.
La fuerza Panzer dispuso de un arma que los aliados nunca lograron: las soberbiamente instruidas tripulaciones. En un principio fueron reclutadas entre los cien mil hombres, de los que salieron la mayor parte de los cuadros de mando. Eligieron con cuidado a los mejores reclutas, imbuyéndoles un fiero orgullo profesional y fueron estimulados (contribuyó su dramático uniforme negro) a pensar de sí mismos como una élite. A los civiles, se les seleccionó pensando en sus cualidades personales y aptitud para adaptarse a la mecanización. Debían saber todo sobre el material que manejaban. Los tripulantes podían fácilmente alternarse en las diversas misiones dentro del carro, todos tenían conocimientos de mecánica suficientes para colaborar en las tareas de mantenimiento; los ejercicios eran continuos y aún en maniobras, y después en campaña, en los descansos, las tareas de instrucción continuaban con toda normalidad.
La excelente formación de las tripulaciones conseguía un precio muy alto por cada carro destruido; frecuentemente se precisaban de cuatro a cinco carros aliados para abatir un Panzer. Pero mientras los carros aliados eran rápidamente sustituidos, a los alemanes les era casi imposible reponer sus pérdidas. No sólo crearon la fuerza, también fueron capaces de imbuirle la movilidad como hábito sin el cual la mecanización es completamente estéril. En los enfrentamientos se dio una circunstancia al menos curiosa. Los grandes éxitos Panzer se consiguieron con material inadecuado. Conforme avanzaba la guerra los carros alemanes fueron mejores que los de los aliados pese a lo cual no sólo no reverdecieron los laureles iniciales sino que se originó un declive que acabaría en derrota. Influyó la absurda orden de Hitler de doblar el número de divisiones Panzer, antes del innecesario ataque a Rusia, por el simple procedimiento de dejar la brigada acorazada reducida a la mitad con lo que el poder oso aguijón de acero que les había llevado a la victoria perdió su impacto y, pese a los denodados esfuerzos de las Panzer, los éxitos anteriores no habrían de repetirse.
Desde 1940 el emblema de asalto Panzer en plata, se ganaba participando en tres acciones de combate en tres días diferentes. Había otro emblema en bronce para las unidades de reconocimiento.

Notas

(1) Introducción a “Tank Warfare”. Brigadier R. Simpkin.

(2) “Guerra de carros”, editado en 1934.

(3) Liddell-lart, ‘Al otro lado de la colina”.

(4) “Recuerdos de un soldado’ (la edición inglesa se titula “Panzer Leader”).

(5) lan V. Hogg, “Armor in Conflict”, pág. 54.

(7) “Memorias de un cronista militar’ (la edición inglesa se titula “Memoires of Captain”), pág. 123, edición española.

(8) La mejor arma secreta alemana fue el coraje de sus soldados.

REVISTA DEFENSA Nº 270, OCTUBRE 2000


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