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100 años de los U-Boote como arma naval

Ayer noticia

A comienzos del siglo XX, el submarino como arma naval era una entelequia. Diversos prototipos realizados en Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Alemania e, incluso, España, con el “Peral”, habían conseguido hacer inmersión y navegar varias horas bajo el agua, pero su propulsión dejaba bastante que desear. Se había utilizado el vapor y la electricidad como medio más idóneo, pero su poca autonomía y complicada maniobra para hacer inmersión hacían que los estados mayores navales no se tomaran en serio estos pequeños sumergibles, más peligrosos para sus dotaciones que para el enemigo.

La poderosa Royal Navy seguía construyendo enormes Dreadnought, el acorazado monocalibre, que debía enseñorearse de todos los mares en el siglo XX, del Reino Unido para mantener su supremacía naval, aplicando el two standing power, es decir, tenía que construir el doble de buques de línea que los demás, especialmente preocupada por la creciente potencia naval de Alemania, alentada por su emperador, el Kaiser Guillermo II, fiel seguidor de las teorías del teórico norteamericano Alfred T. Mahan, cuyo libro sobre el poder naval en la Historia hacía furor en las Escuelas de Guerra Naval de todo el mundo. El asesinato en Sarajevo del heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, Francisco Fernando, el 28 de junio, precipitó el estallido de la I Guerra Mundial un mes más tarde, con la invasión de Serbia y Bélgica por parte de los imperios centrales.

En el ámbito naval, el 2 de agosto de 1914, los primeros submarinos alemanes salieron a la mar desde el pequeño puerto de la isla de Heligoland, escoltados por patrulleros, pues el Alto Mando Naval no confiaba en este nuevo Arma, que juzgaba frágil y bastante indefensa. No había sido hasta 1904 en que el padre de la moderna Marina Imperial, o Kaiserliche Marine, almirante Alfred von Tirpitz, había autorizado la construcción del primer sumergible alemán, el Unterseeboot-1 (U-1) en los astilleros de Germaniawerft, resultado de las ideas y patente del ingeniero español Raimundo Lorenzo, de Equivilley Montjustin, que había añadido dos motores de petróleo Körting al invento del submarino eléctrico de Peral, para poder cargar las baterías en la mar.

foto: Corte transversal del U-65 en inmersión.

Gracias al empuje del contralmirante Zeye, defensor a ultranza del nuevo Arma, y al hecho de que tanto Francia como Rusia y Gran Bretaña habían comenzado la construcción de este nuevo tipo de buques, los astilleros alemanes iniciaron la producción de 16 submarinos, que a partir de 1908 incorporarían un nuevo invento esencial para la navegación en inmersión: la aguja giroscópica. El tonelaje de estas primeras unidades iría en aumento progresivamente y, así, de las 238 ton. del U-1 se pasaría a las 465 del U-18, similar al de un torpedero. Todavía habrían de incorporar mejoras antes de su entrada en combate y, en 1910, sustituirían los renqueantes, ruidosos  y poco potentes motores Körting por flamantes diesel a partir del U-19.

El programa naval alemán preveía la construcción de 6 submarinos anuales desde 1912, hasta alcanzar la cifra de 72 unidades. El U-19 ya desplazaba 650 ton. y daba 15 nudos en superficie. No obstante, al estallar las hostilidades en agosto de 1914, la Marina alemana sólo contaba con 28 operativos. Paralelamente, la Marina francesa ya contabilizaba 77 unidades y la Royal Navy 55, pero, como la historia demostraría, no se trataba de tener una miríada de pequeñas embarcaciones, sino construir un sumergible robusto, perfeccionado y dotado de los últimos adelantos. Sin embargo, era considerado en las tres marinas citadas como un arma de segunda clase, para la pequeña guerra naval, a respetuosa distancia de los poderosos acorazados y orgullosos cruceros de batalla, auténticos colosos de acero destinados a dominar los océanos.

foto: Almirante Tirpitz

A comienzos de 1914 fue creada en Kiel la Inspección de Submarinos, que debería calcular cuántos eran necesarios en el caso de una hipotética guerra contra el Reino Unido para colapsar el tráfico mercante británico, dando como resultado 48 unidades, cifra que se manifestaría corta en 225 unidades, como las circunstancias venideras demostrarían. Podían clasificarse en cuatro tipos principales: costeros, o UB, desplazando menos de 500 ton.; minadores costeros, o UC, que no eran otra cosa que UB modificados para fondear minas de orinque; UE, o minadores oceánicos; y los oceánicos, o U, con desplazamiento entre 500 y 800 ton. El 4 de agosto, Gran Bretaña, tras varios días de dudas, declaraba la guerra a Alemania y al Imperio Austro Húngaro. La suerte estaba echada: había estallado la Gran Guerra, si bien a partir de 1939 se la denominaría I Guerra Mundial (PGM), para llamar a la nueva conflagración II Guerra Mundial (SGM).

Inicio de la campaña submarina: nace un nuevo arma naval

En la mañana del 8 de agosto, en las proximidades de Fair Island, el submarino U-15 descubrió tres buques de línea, los HMS Ajax, HMS Monarch y HMS Orion, por lo que realizó un ataque a cota periscópica sobre el Monarch, lanzándole un torpedo sin éxito. Era el primero de un sumergible en la PGM. Al día siguiente, una escuadrilla de cruceros británicos descubrió al U-15 en superficie y el más próximo, el crucero HMS Birminghan, abrió fuego sobre el submarino aumentando al mismo tiempo su velocidad, para pasarlo por ojo antes que pudiera hacer inmersión. El desdichado sumergible no la pudo hacer a tiempo y, partido en dos, se hundió con toda su dotación. No terminaron aquí las desgracias de la primera incursión de los submarinos alemanes: el U-13 se perdió igualmente al tocar su casco una mina de orinque.

foto: buque mercante hundido por un torpedo de un U Boot

Afortunadamente para Alemania, en el mes de septiembre cambiarían totalmente los negros resultados de agosto. Así, el teniente de navío Hersing, uno de los comandantes más experimentados, en patrulla con el U-21 en el Firth de Forth, penetró audazmente en la ría escocesa, avistando el día 5 al destructor HMS Pathfinder, guía de una línea de fila de varios destructores. El torpedo certeramente lanzado acertó a la altura de su chimenea de proa, partiéndolo literalmente en dos y, envuelto en llamas, lo envió a las profundidades con los 259 hombres de su dotación. Este ataque a domicilio creó un gran pánico en todo el Reino Unido. Los buques de guerra británicos ya no se sintieron seguros y la Grand Fleet fue ubicada en el más seguro de sus fondeaderos: Scapa Flow, en las septentrionales islas Orcadas.

No acabarían aquí las desdichas británicas, pues al alba del 22 de septiembre, tres cruceros acorazados de 12.000 ton. navegaban en línea de fila al Sur del Dogger Bank, confiados en que el mal tiempo reinante les protegería de cualquier incursión submarina. Súbitamente, una violenta explosión sacudiría mortalmente al primero de ellos, el HMS Aboukir, que se hundiría 25 minutos más tarde con gran parte de su dotación. El segundo de la línea, el HMS Hogue, acudió en auxilio de los náufragos, pues su comandante creía que la explosión era el resultado de una mina a la deriva. Dos nuevos torpedos hundieron al crucero acorazado en tan sólo 10 minutos, con prácticamente toda la dotación. El tercer buque de línea, el HMS Cressy, que había parado máquinas atónito por la escena que presenciaba, fue igualmente hundido en 15 minutos. En total 63 oficiales y 1.063 suboficiales y clases desaparecieron entre las olas, pudiendo salvarse tan sólo 837 tripulantes.

El autor de esta tremenda catástrofe causada a la poderosa Royal Navy en poco más de una hora, fue un minúsculo submarino de apenas 500 ton. y una treintena de hombres de dotación: el U-9, mandado por un joven oficial, el teniente de navío Otto Weddingen, excelente maniobrista, frío y audaz en sus ataques. Con este exitoso golpe había alcanzado la mayoría de edad el Arma Submarina, hasta entonces menospreciada por los grandes buques de superficie, los mismos que ahora sólo tenían para oponerle sus rodas de acero. Churchill, responsable de la Marina Británica, como primer Lord del Mar, diría a sus subordinados: Ni Nelson en todas sus campañas sufrió las bajas que en poco más de una hora nos ha causado un pequeño submarino que no llega a las 500 ton.

foto: Submarino de la Clase UC-1 alemana.

Los U-Boote alemanes constituirían a partir de ese momento la principal preocupación del político inglés, que en sus memorias como Premier, confesaría que durante la SGM lo único que le quitaba el sueño durante los ataques de los submarinos alemanes. Muy distinta era la situación en Alemania. Cuando el U-9 entró en Wilhelmshaven el día 24, atracó al costado del yate imperial Hohenzollern, para ser recibido por el mismísimo Kaiser Guillermo II, que le impuso la Cruz de Hierro a su comandante a bordo del submarino. La Marina Imperial alemana tomó bruscamente conciencia de la importancia táctica de los U-Boote, capaces de enviar al fondo del mar 36.000 ton. de grandes buques de guerra en cuestión de minutos. Weddingen revalidaría su título de héroe nacional hundiendo el 15 de octubre al crucero británico HMS Hawke, de 7.500 ton. Los cruceros que le acompañaban huyeron enmascarados en espesas cortinas de humo negro, pues habían aprendido la lección del 22 de septiembre.

Paralelamente, el U-17 hundiría cerca de la costa noruega al primer mercante británico, el SS Glitra. Otro, el U-20, sembraría la inquietud en el Canal de la Mancha, atacando a un convoy canadiense que había sido desviado de Southampton a Plymouth. Volvería a su base dando un gran rodeo, barajando la costa de Gran Bretaña por el Norte de Escocia, por lo que los británicos pudieron apreciar que los U-Boote cada vez se aventuraban más lejos de sus bases, pudiendo llegar hasta las Islas Orcadas y Scapa Flow, rada que Weddingen intentó en vano forzar, algo que conseguiría su compatriota Günther Prien, al mando del U-47, 35 años más tarde. La ocupación de las costas de Flandes por el victorioso e imparable Ejército alemán hizo posible establecer bases de submarinos en ellas a partir del 9 de noviembre, siendo el U-5 el primero que se establecería en Zeebrugge, seguido más tarde por los U-8, U-11 y U-21.


foto: flotilla de UBoote en Kiel

El 26 de octubre, el teniente de navío Schneider, comandante del U-24, comunicó el hundimiento del primer buque de pasajeros aliado, a la altura del Cabo Gris Nez, el paquebote francés Amiral Ganteaume, que transportaba 2.500 refugiados belgas. Afortunadamente tan sólo perecieron 40 pasajeros, pudiendo salvarse el resto en los botes salvavidas. Este sería el primero de una serie de hundimientos polémicos de buques de pasaje, sospechosos siempre de transportar tropas y armamento. A finales de noviembre, el U-18, al mando del teniente de navío Hennings, intentó emular a Weddingen, forzando la entrada en Scapa Flow, siguiendo aguas a un mercante, pero la rada estaba vacía, y cuando invertía el rumbo fue descubierto por los buques que patrullaban la entrada. Al hacer inmersión rápidamente, el casco del submarino tocó el rocoso fondo, sufriendo daños considerables, por lo que se vio obligado a hundir su barco en las proximidades de Pentland Skerries, siendo hecho prisionero por los británicos. El último día del año, el 31 de diciembre, se cerró con una nueva victoria alemana: el U-20 lanzó un torpedo en las proximidades de la Isla de Wight al acorazado HMS Formidable, de 15.000 ton., que se hundió con la pérdida de 150 hombres de su dotación, que no fueron recogidos por los buques de línea que lo seguían, en cumplimiento a las tajantes e inflexibles órdenes del Almirantazgo británico de no parar máquinas para recoger náufragos, por miedo a ser torpedeados.

La guerra al tráfico mercante sin restricciones

Tras la batalla de Dogger Bank, librada el 24 de enero de 1915, se impuso la idea de utilizar los U-Boote exclusivamente contra los buques mercantes que aprovisionaban las Islas Británicas, si bien el almirante Hugo von Pohl, jefe del Estados Mayor de la Kaiserliche Marine, limitó los ataques a áreas reducidas, como el estuario del Támesis. Las reticencias venían del canciller alemán Theobald von Bethmann-Hollweg, que aducía que el ataque en inmersión de un submarino iba en contra del Derecho Marítimo Internacional, ya que no aplicaba el de visita, ni se incautaba la presa, ni se hacía cargo de la dotación. No obstante, ante la indiscutible superioridad naval del enemigo, la estrategia naval alemana se centró en una guerra de desgaste que ahogase al Reino Unido. Tras el hundimiento de la escuadra de Graf von Spee en las Malvinas, se vio claramente que los únicos buques que podían patrullar en solitario atacando al tráfico mercante, con posibilidades de sobrevivir, eran los submarinos, por lo que Estado Mayor General, con permiso de Exteriores, declaró el 4 de febrero zona de guerra las aguas de Gran Bretaña, Irlanda y el Canal de la Mancha y, a partir del 18 de ese mismo mes, todo navío mercante enemigo que navegase por ellas podía ser hundido sin previo aviso, sin bien la presión de Estados Unidos hizo que Alemania excluyese a los buques neutrales de esta amenaza.

foto: Cartel de propaganda de los U Boote

Como respuesta a esta declaración de intenciones, los gobiernos de Francia y el Reino Unido, decidieron no respetar las declaraciones del Congreso de París de 1856 en lo que atañía a la inviolabilidad de las mercancías enemigas bajo pabellón neutral, además de minar todas las aguas próximas a las Islas Británicas y bloquear el tráfico mercante a los puertos alemanes. Los submarinos, que se convertirían en el arma más sofisticada y eficaz de la Gran Guerra, eran apenas unas embarcaciones capaces de hacer inmersión con una cierta garantía de volver a salir a la superficie, en unas condiciones más que penosas de habitabilidad para sus sufridas dotaciones, confinadas en cámaras malolientes, respirando una atmósfera cargada de gases procedentes de los motores y de la carga de baterías, con una higiene muy limitada al no tener duchas y durmiendo a cama caliente entre los tubos lanzatorpedos.

El Mediterráneo fue considerado como un escenario secundario de la guerra naval hasta el 23 de mayo, al entrar Italia en el conflicto al lado Francia y Gran Bretaña, por lo que la Marina alemana decidió enviar submarinos allí, en apoyo de los austríacos, prácticamente limitados al Adriático. Así, en el verano fueron llegando a la base naval austríaca de Cattaro los U-33, U-34, U-35, U-38  y U-39, conocidos como la Flotilla de los 30. El máximo punto de tensión por causa de la guerra submarina al tráfico, se alcanzó cuando, el 7 de mayo de 1915, el U-20 del teniente de navío Schwieger hundió al Sudoeste de Irlanda al lujoso transatlántico RMS Lusitania, de la compañía británica Cunard Line, de 30.000 ton, el mayor buque de pasajeros de la época, que hacía el trayecto Nueva York-Liverpool, lo que desató una campaña mundial en contra de Alemania y su guerra al tráfico sin restricciones, exigiendo explicaciones Washington a Berlín por la muerte de 1.198 personas, de ellas 128  ciudadanos norteamericanos.

A partir de septiembre, el Estado Mayor de la Marina alemana ordenó la guerra al tráfico con restricciones, pero en el Mediterráneo, al no haber prácticamente buques norteamericanos, no se aplicaron, por lo que la Flotilla de los 30 hundió a la entente 63.000 ton. en octubre, 152.000 en noviembre y 76.000 en diciembre. Frente a estas pérdidas, los aliados sólo podían oponer patrullas de buques de superficie, especialmente torpederos, que trataban de sorprender a los submarinos en superficie cuando cargaban sus baterías. A mediados de 1915, los aliados sólo contaban en el Mediterráneo con 52 arrastreros y 12 torpederos, cuando las necesidades eran de 250 y 140 respectivamente, ya que sólo Francia perdió en las costas argelinas 23 buques y otros 34 torpedeados.

Tercer año de guerra: los meses felices

A comienzos de 1916, ante el temor de una intervención militar norteamericana en Europa, los alemanes recondujeron la guerra submarina a una campaña con limitaciones, dentro de las zonas de guerra establecidas, fuera de las cuales los buques mercantes sólo podrían ser hundidos si iban armados y los de pasajeros no debían ser atacados. Von Tirpitz, partidario de la guerra submarina sin limitaciones, dimitió el 17 de marzo, siendo sustituido por el almirante Eduard von Capelle. Esta etapa de la guerra submarina con restricciones acabó con el torpedeamiento del ferry francés Sussex por el UB-29, el 24 de marzo, en aguas del Canal de la Mancha. El Gobierno alemán alegó que el ferry transportaba tropas a Francia, para justificar el ataque a este buque de pasajeros. Desde octubre de 1915 a febrero de 1916, los U-Boote habían hundido 209 buques, con un total de 506.000 ton. De ellas un 75 por ciento se habían perdido en el Mediterráneo.

foto: Hundimiento del acorazado HMS Audatious

La llegada de más submarinos a este teatro estratégico se tradujo en la pérdida de 192.000 ton en el primer trimestre de 1916, de abril a junio se echaron a pique otras 200.000 y de julio a septiembre 321.000. En total, durante 196, los submarinos que operaban en el Mediterráneo hundieron 800.000 ton. de barcos mercantes aliados, a los que habría que añadir otras 80.000 como resultado de los minados ofensivos. A la vista de estos excelentes resultados conseguidos por la Flotilla de los 30, se enviaron otros 4 a Cattaro en otoño. A esta altura de la guerra submarina las potencias aliadas basaban su táctica en la búsqueda y destrucción de los U-Boote a la salida de sus bases o mediante su interceptación en las grandes rutas comerciales y la utilización de buques-trampa o Q, si bien más tarde incrementarían el número de patrullas antisubmarinas, aunque no poseían detectores submarinos, tan sólo sencillos hidrófonos, ya que la invención del ASDIC (Allied Submarine Detection & Investigation Committee), no tendría lugar hasta 1920. 

En el otoño de 1916, la entrada en guerra de Rumanía con los Aliados y la mala situación del Ejército alemán tras la batallas de Verdún y el Somme decidieron al Alto Mando alemán a intensificar la guerra del desgaste contra el Reino Unido, fijando la cifra de 600.000 ton. de barcos hundidos mensualmente como la necesaria para hacerlo capitular antes de la más que probable intervención de Estados Unidos. No obstante, el canciller germano Bethmann-Hollweg hizo un último intento para evitarlo, entregando a los representantes de Washington, España y Suiza, una carta que planteaba las condiciones para iniciar unas negociaciones de paz, cuyo fracaso significaba la reanudación de la guerra submarina sin restricciones. El rechazo de los aliados a esta oferta llevó al jefe del Estado Mayor Naval, Adolf von Trotha a hacerlo, anulando incluso las órdenes promulgadas como consecuencia de los buques de pasajeros Lusitania, Arabic y Sussex. El resultado fue que entre octubre de 1916 y enero de 1917 los U-Boote enviaron al fondo del mar 1,4 millones de toneladas.

El canto del cisne

En la conferencia que tuvo lugar en el castillo de Pless el 9 de enero de 1917, como respuesta a las declaraciones hostiles del presidente norteamericano Wilson, que llevarían a la ruptura de relaciones con Alemania el 5 de febrero y a la entrada en guerra de Estados Unidos el 6 de abril, el Kaiser decidió que la guerra submarina a ultranza comenzaría el 1 de febrero. A partir de esa fecha, todo el tráfico marítimo fue prohibido en las aguas circundantes a la Gran Bretaña, Francia, Italia y el Mediterráneo Oriental. El bloqueo alemán, que había sido anunciado el 31 de enero, eliminaba el canal de navegación reservado para los buques neutrales que lo usaban para el tráfico de Francia con Gibraltar y las colonias del Norte de África. El 25 de febrero se amplió el área de guerra a las Azores y se anuló el canal reservado en el Mediterráneo, mar donde Alemania había aplicado por primera vez la guerra submarina a ultranza.

foto: UBoot torpedea mercante británico Maplewood

Las sucesivas ampliaciones de la zona de guerra perjudicaron los intereses de España, ya que amenazaba la seguridad de la navegación en el área de Canarias, Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial. De hecho, la flota mercante española sufriría 128 ataques durante el conflicto, con la pérdida del 20 por ciento de sus buques, unas 200.000 ton. El 17 de marzo, los U-Boote hundieron tres buques mercantes norteamericanos, precipitando la entrada en guerra de los Estados Unidos en abril. Gracias al perfeccionamiento de los submarinos y a las tácticas de sus comandantes, en el último trimestre de 1916 la media de hundimientos mensuales fue de 350.000 ton. Pero el número de U-Boote todavía era insuficiente para alcanzar las 600.000 ton. mensuales de facto, si bien en los puertos austríacos de Cattaro y Pola había ya 30 submarinos, aunque en la mar y de forma permanente esa cifra quedaba reducida a la mitad  para controlar todo el Mediterráneo.

Al entrar en vigor la guerra submarina sin restricciones, la cifra de hundimientos fue ascendiendo: 520.000 ton. en febrero, 564.000 en marzo y 860.000 en abril, a costa de la pérdida de tan sólo 8 submarinos, si bien la cifra bajó a 616.000 en mayo y se elevó a 696.000 en junio, manteniéndose a ese nivel durante los meses del verano. El principal esfuerzo se hacía en el Mediterráneo occidental, área preferida para establecerse en patrulla los U-Boot, a sabiendas de la beneficiosa neutralidad de España. La proporción de hundimientos de buques mercantes aumentó tanto que produjo una crisis en el Almirantazgo británico, cuyas medidas no eran capaces de disminuir las pérdidas mensuales de barcos aliados, pese a que desde enero de 1917 se había puesto en vigor en el Atlántico el sistema de navegación en convoy escoltado por buques de guerra y en mayo se adoptó el mismo gracias al apoyo de destructores norteamericanos. Este sistema poco a poco fue dando resultados y de las 472.000 ton. hundidas en agosto se pasó a las 353.000 en septiembre, al mismo tiempo que las pérdidas de submarinos subieron a 68 en 1916 y 67 al año siguiente, superando por primera vez a las construcciones.

El final de la guerra submarina

La cantidad de buques hundidos disminuyó drásticamente en 1918, debido al buen funcionamiento del sistema de convoyes en todos los mares. Así, en 1917 el 70 por ciento de los buques había sido hundido por los U-Boote, frente al 50 en 1918, por la intensificación de las patrullas antisubmarinas debido al aumento de buques de superficie dotados de cargas de profundidad e hidrófonos, por la entrada de los Estados Unidos en guerra a partir de abril de 1917 y el minado de extensas zonas de aguas costeras en el Mediterráneo y el Canal de la Mancha. Todo ello hizo que las pérdidas de los U-Boote se doblasen: de los 20 submarinos perdidos en el primer semestre de 1917 se pasó a 43 en el mismo período de tiempo en 1918. La Flotilla de los 30, basada en Cattaro, perdió 8 U-Boote de enero a mayo. En el angosto Mediterráneo, después de realizar un ataque, los submarinos eran perseguidos durante horas, gracias al seguimiento con los primitivos hidrófonos.

foto: u-35-navegando en superficie

El submarino acababa saliendo de noche a la superficie, una vez exhaustas sus baterías, para proseguir el combate al cañón, al agotarse los torpedos. Esa tensión, unida a los persistentes ataques con cargas de profundidad, hicieron cada vez más difícil reclutar voluntarios para los U-Boote, al mismo tiempo que iban desapareciendo los comandantes y dotaciones más veteranas y experimentadas. En marzo de 1918, el número de buques botados por los Aliados superó al de hundidos por los submarinos. En ese momento el premier británico Lloyd George afirmó que los submarinos habían dejado de ser un peligro para la supervivencia del Reino Unido, para pasar sólo a ser una amenaza. A partir de mayo los 24 que aún quedaban en el Mare Nostrum, cambiaron su táctica, pasando a realizar ataques de forma conjunta, algo que se repetiría en la SGM con las Rudeltaktik, o de traílla, conocida también como manada de lobos.

La pérdida de las bases navales de Cattaro y Pola por parte de los austrohúngaros hizo imposible la actividad de los U-Boote en el Mediterráneo a partir de octubre. Precisamente en ese mes se produjeron los amotinamientos de la marinería en los grandes buques de superficie amarrados en Kiel, Wilhelmshaven, Heligoland, Borkum y Cuxhaven, preludio de la revolución que se extendería por toda Alemania. El 21 de octubre, el almirante Scheer, jefe de la Marina alemana, ordenó la finalización de las patrullas de los U-Boote en el Mediterráneo. Quince submarinos retornaron a las bases germanas, mientras que otros seis que se encontraban averiados fueron hundidos por sus dotaciones en puerto. Los buques de superficie aliados intentaron obstaculizar el regreso de los 15, estableciendo dispositivos antisubmarinos en Otranto, Mesina y Gibraltar, pero tan sólo el U-34 del teniente de navío Johannes Klassing fue hundido frente a Ceuta por un Q, o barco trampa, el Privet, el 8 de noviembre.

El UC-74 se refugió en Barcelona al no tener suficiente combustible para llegar a Alemania y el UB-50 del teniente de navío Heinrich Kukar torpedeó el 9 de noviembre, a la altura de Cabo Trafalgar, al acorazado Britannia, de 16.000 ton., teniendo el dudoso honor de ser el mayor y el último buque de guerra británico hundido en la PGM por un U-Boot, con la pérdida de 50 hombres. En España se internaron, además del UC-74 en Barcelona; el UB-23, el 29 de julio de 1917, en la Coruña; y, en 1918, el UC-48 en Ferrol el 23 de marzo; el UC-39 en Cartagena el 18 de mayo; y el UC-56 en Santander el 24 del mismo mes, todos ellos gravemente averiados. El 11 de noviembre de 1918, Alemania firmó el armisticio con los aliados. De los 375 submarinos que entraron en combate en la PGM se perdieron 202, es decir, el 54 por ciento de los U-Boote. Los submarinos supervivientes serían repartidos entre las potencias Aliadas, y la Marina alemana tendría que convivir durante casi dos décadas con la prohibición de construir este tipo de buques.

Enseñanzas y conclusiones

La PGM significó la mayoría de edad del submarino como arma naval. Las cifras no dan lugar a dudas: 7.400 buques hundidos con 11 millones de ton. enviadas al fondo de los océanos. Además, los U-Boote torpedearon 146 buques de guerra aliados, llevando a pique a 104 de ellos, con un desplazamiento total de 563.401 ton. Las mayores pérdidas de vidas humanas se produjeron en el transporte de tropas italiano Príncipe Umberto, con 1.926 desaparecidos, hundido por el U-5 en junio de 1916, seguido por el británico Gallia, con 1.338 muertos y el ya nombrado Lusitania, con 1.198 víctimas. Los mayores buques hundidos fueron los buques de pasajeros Britannic, gemelo del Titanic, y con un desplazamiento de 48.158 ton., habilitado como buque hospital, que fue hundido por un torpedo del U-73 el 21 de noviembre de 1916 en el Mar Egeo. Los Justicia y Lusitania, ya nombrado, con más de 30.000 ton., siguen en la desdichada lista.

En el lado contrario, los comandantes de U-Boote más exitosos fueron el teniente de navío Lothar von Arnauld de la Perière, de origen francés, que hundió 195 buques, totalizando 455.869 ton., cifras que no pudieron ser superadas por los comandantes de U-Boot en la SGM. Le siguieron los del mismo empleo Walter Forstmann, con 149 buques y 391.607 ton., y Max Valentiner, con 114 y 299.607, respectivamente. Como los U-Boote tenían alma, habría que mencionar a los submarinos más exitosos, pertenecientes todos ellos a la Flotilla de los 30, destacando el U-35, la mayor parte de su tiempo bajo el mando de Arnold de la Periére, con 224 hundimientos y 538.498 ton., una auténtica máquina de guerra naval; seguido del U-39 del teniente de navío Walter Fortsmann, con 157 buques y 404.478 ton. Este submarino no llegaría a su base, pues, el 18 de mayo, fue atacado con bombas por un avión francés y, al resultar averiado, entró en Cartagena en la tarde de ese mismo día. El tercero en el ranking fue el U-38, del teniente de navío Max Valentiner, con 138 buques y 299.985 ton.

foto: Corte del U-65

De los submarinos aliados no hay mucho que decir, dado que, al ser Alemania una potencia continental y ser embargados prácticamente todos sus buques mercantes en los primeros días de guerra en los puertos aliados donde se encontraban atracados, no tuvieron muchas oportunidades los submarinos franceses, británicos o rusos de realizar campañas submarinas como los U-Boot. Tan sólo es digna de reseñarse la gesta de los británicos en los Dardanelos, por su audacia al penetrar los estrechos turcos para atacar a los dos cruceros alemanes, el Breslau y el Goeben, cedidos a los turcos. Los sumergibles británicos no pudieron alcanzar a los buques alemanes, pero el B-11 hundió al viejo acorazado turco Messudieh.

El gran error de la Marina alemana fue no creer desde el primer momento en el Arma Submarina y no empeñar todo el esfuerzo de su industria naval en la construcción de centenares de submarinos, que de haber conseguido desde el primer momento la cifra de 600.000 ton. de hundimientos mensuales, habría obligado a Gran Bretaña a firmar el armisticio. Este terrible fallo volvería a cometerse en la SGM, pues los almirantes alemanes seguían prefiriendo las flotas de grandes buques de superficie, propiciándose inicialmente la construcción de enormes acorazados, que fueron hundidos de forma inmisericorde por la Royal Navy, retrasando la construcción de los eficaces U-Boote, hasta que el gran almirante Dönitz fue nombrado jefe de la Kriegsmarine, pero entonces ya era demasiado tarde. Esa es otra Historia.

Revista Defensa nº 439, noviembre 2014,  Almirante José María Treviño


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