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Las guerras del “nuevo orden mundial”

(Revista Defensa nº 206, junio 1995) Se desarrollan actualmente en el mundo alrededor de 47 conflictos armados. Son grupos sociales que pelean por imponer o preservar sus identidades étnicas onacionales, cambiar fronteras o conquistar el poder casi siempre en países en crisis.

Estos conflictos tienen como característica en común que se libran dentro de determinados Estados y no entre Estados.  La concepción ortodoxa de guerra internacional —confrontación entre Estados con intereses excluyentes— queda ahora alterada, y esto hace que la comunidad internacional se vea obligada a buscar nuevas formas jurídicas para ocuparse de conflictos que generan destrucción de infraestructuras y del medio ambiente, refugiados interiores y exteriores, y que plantean dilemas como si se debe o no intervenir militarmente.
Cuando hace cinco años terminó la Guerra Fría, con la caída del Muro de Berlín y el posterior desmoronamiento del sistema soviético, parecía que el mundo entraba en una era de paz, en particular porque las grandes potencias limitaron su interés por los conflictos periféricos.

NUEVA REALIDAD

La realidad ha sido muy diferente. Si bien el número de conflictos armados ha descendido notablemente, y algunos de los que se libraban en los años ochenta se han visto parcialmente solucionados, han surgido otros, o se han hecho más evidentes con características complejas y un alto grado de violencia.  Una serie de informes realizados recientemente por el Departamento de Investigación para la Paz y Conflictos de la Universidad de Uppsala, el Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO), el Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) y el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) permiten contar con un mapa de los conflictos en curso.


En estos informes se considera que existe un conflicto armado cuando dos partes mantienen incompatibilidades por el Gobierno o el territorio, una de las partes es Gobierno, y por lo menos se han producido 25 muertos. Si ha habido menos de 1.000 muertos en el curso del conflicto, se le califica como “conflicto menor”. Si las víctimas mortales son más de mil, el conflicto deriva hacia intermedio, mayor o guerra.


Todos estos conflictos son altamente destructivos, impactan sobre mujeres y niños, dejan lisiados, se siembran millones de minas, y hacen de la violencia un medio de vida. Desde 1988 el número de conflictos entre Estados ha ido descendiendo hasta llegar a 1993, cuando todos los conflictos han sido intraestatales.El número de actores en estos conflictos intraestatales, señalan Peter Wallensteen y Karin Axeli, de la Universidad de Uppsala, es difícil de estimar.


Por ejemplo, se consideraba hace dos años que en la región de Cachemira luchaban alrededor de 180 grupos armados. Como se ha visto en la guerra de Bosnia, estos grupos irregulares se forman, alían, y disuelven antes de que se les pueda catalogar.
Buscar una forma de calificación política no es sencillo. Una vez que se acabó la Guerra Fría los grupos armados representan intereses muchas veces estrictamente pragmáticos —tomar el poder, controlar una región que posee determinados recursos como pretende hacer el grupo UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) con el petróleo y los diamantes en Angola— o altamente simbólicos, al pelear por sus identidades nacionales, étnicas o religiosas.

foto: El problema del Sáhara Occidental sigue figurando en la agenda de las crisis sin solucionar (Foto: Carlos Gil).

Muchos de los países con Estados más frágiles sufren conflictos armados, acaban de salir de ellos o están a punto de entrar.
En este caso se encuentran Afganistán, Angola, Bangladesh, Burundi, Camboya, Chad, Yibuti, Etiopía, Liberia, Mali, Mozambique, Ruanda, Sierra Leona, Somalia y Sudán. Otros países tienen situaciones internas de conflicto social intenso, como Bangladesh, Myanmar (antigua Birmania) y Zaire. Esta lista no incluye a países que viven sometidos, como Tíbet a China, y la antigua colonia portuguesa de Timor Oriental que declaró su independencia en 1975 pero fue invadida y anexionada por Indonesia.

 VIOLENCIA SOCIAL

Tampoco se recogen otros enfrentamientos con alto grado de violencia social e inclusive de parcial descontrol del Estado central respecto de algunas zonas de su territorio, como en Sri Lanka, Perú, Colombia y Argelia. La segunda franja de países en colapso y conflicto está integrada por parte de la antigua URSS y de los Balcanes. El fin del sistema comunista trajo el colapso total sin que se haya podido reconstruir un sistema capitalista que representa una alternativa fiable.
 

La transición se hace en medio de la crisis económica, sin espacio en el mercado mundial y con referentes políticos generalmente de cortes autoritarios populistas que apelan a valores de identidad para ganar cohesión. Así, se mantienen los conflictos armados de diversa intensidad en las guerras en el Cáucaso (Chechenia que busca independizarse de Rusia; Ingushetia, que compite con Osetia del Norte por territorios), y en Georgia, Moldavia, Tayikistán y Azerbaiyán.

Por otra parte, la guerra en Bosnia- Herzegovina se ha recrudecido a la vez que se teme que pueda extenderse hacia Kosovo y Macedonia. Existe una tercera franja de conflictos por territorios en los cuales las identidades étnicas son fuertes, como en el caso del enfrentamiento entre el poder central en la India y diversas comunidades, entre otras la de los sijs y de Cachemira, y de Irak y Turquía con la minoría kurda.

En el terreno de las negociaciones de posguerra, éstas avanzan, como Guatemala y Sáhara Occidental, con mayor o menor lentitud.
Pero los mayores desafíos, como lo están comprobando la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Gobierno de Israel, o en El Salvador, vienen del limitado apoyo financiero internacional a la reconstrucción en tiempos de posguerra.
Países como Haití o Ruanda precisan ayuda, inversiones que incorporen mano de obra, y facilidades para exportar.
También son un obstáculo los ataques de grupos extremistas que reniegan de los acuerdos de paz, como es el caso de los radicales de Hamas frente a la OLP.


Las presentes y futuras situaciones conflictivas requieren políticas internacionales, e inversiones cualificadas, para tareas de prevención, gestión, y reconstrucción de posguerra. Como afirma la Alta Comisionada de la ONU para los Refugiados, Sadako Ogata, “la prevención sólo podrá funcionar si es parte de un esfuerzo internacional mayor para resolver las causas subyacentes de los conflictos y fortalecer el respeto de los derechos humanos”.

RAICES

Hallar las raíces de los conflictos en la posguerra fría es uno de los enigmas políticos que los politólogos tratan de descifrar.
Samuel Huntington, destacado intelectual conservador norteamericano, lanzó en 1993 su teoría del fin de las confrontaciones entre los Estados y el paso a los “choques de civilizaciones” ante los cuales Occidente debería prepararse ideológica y militarmente.
Pero la realidad es mucho más compleja, y aunque hay ataques violentos desde el Islam más radical hacia el Estado secular —en particular en Argelia, Egipto y las franjas de Gaza y Cisjordania— y hacia la cultura y los valores liberales y democráticos que pueden ser denominados “occidentales”, el mundo no aparece dividido por las líneas divisorias que trata de marcar Huntington sobre el papel, y las alianzas y contradicciones entre amigos y enemigos son mucho menos precisas.

foto: Legionarios franceses en Ruanda. La situación continúa siendo muy precaria en ese país (Foto: Yves Debay).

Existe, en cambio, un amplio consenso en que las raíces de los conflictos armados actuales están en las situaciones de colapso de los Estados. Y que la guerra agrava esa situación. En Armenia, por citar un caso, el 95 por cien de la población vive en la pobreza, en parte porque la infraestructura ha quedado prácticamente destruida. Hay medio centenar de Estados definidos por Naciones Unidas como frágiles o desintegrados, situados en África, Asia y uno, Haití, en América Latina.


Se trata de países en los que el Estado no existe, el sistema jurídico y las instituciones han desaparecido por completo, la capacidad productiva y sus posibilidades de participar en el comercio internacional son casi nulas, y los ciudadanos se organizan en grupos antagónicos que pugnan por los despojos y se alían o luchan contra las élites locales. La aparición de mafias que, cuando les resulta posible, controlan el mercado negro o la producción de drogas y su comercialización, o el comercio ilegal de armas, es otro aspecto destacado de los conflictos de fin de siglo en los países en colapso (y no sólo en los pequeños territorios, como lo demuestra el caso de Rusia donde cada vez son más los grupos mafiosos y más amplio el campo de sus actividades).


Afganistán, por ejemplo, ha pasado a convertirse en el mayor exportador de cocaína del mundo, y los diversos grupos armados que antes luchaban contra la presencia soviética ahora hacen la guerra entre ellos para controlar ese comercio.  De otro modo, habrá nuevas guerras y los procesos de paz serán cada vez más débiles y difíciles de resolver.

Revista Defensa nº 206, junio 1995, Mariano Aguirre


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